Texto: Luciana Peralta
Fotos: Pixita D´Or
Sorprende que más de una década después de su disco de estreno, una propuesta tan (aparentemente) minimalista como la de ARIZONA BABY, no sólo siga dando frutos, sino que mantiene su esencia y logran mantenerla en alza. “Secret Fires”, su nuevo trabajo, es la coronación de la carrera de los vallisoletanos, y si a ello le sumamos su directo, no nos cabe ninguna duda que su neofolk se convierta en un referente en nuestra escena.
Puedes ver el álbum completo de fotos aquí
La gira de presentación de este disco va dando sus últimos coletazos, así que presenciar su directo en el Centro Cultural Provincial María Victoria Atencia de Málaga se nos antojaba imprescindible. Tal vez el marco de esta actuación, en un teatro son butacas, no hubiera sido la preferida por una mayoría, pero el trío pucelano demostró desenvolverse a gusto. Y con tan solo unos minutos en escena, consiguieron conectar con sus seguidores sin demasiado esfuerzo.
Su guitarrista y vocalista Javier Vielba, sirvió de perfecto maestro de ceremonias que cautivaba por su sencillez y esa pasión desbordante por la música y la carrera de la propia banda. Los pucelanos son un grupo formado en el instituto, que disfrutaban con la (denostada actualmente) asignatura de filosofía, y que continuaron con sus ensoñaciones en la universidad. Y así hasta día de hoy, donde canciones como “Real Life” o “Wooden Nickles”, muestran a una banda en plena facultad de posibilidades que entusiasman en directo con su sonido arizónico.
El sonido les acompañó en todo momento, y aunque el juego de luces fue penoso, sus canciones hablaron por sí solas, y “Create Of Own God”, “Shiralee”, “It Helps If you Sing” o “New Rock”, fueron algunos de los múltiples momentos estrellas de la velada. Se sienten tan confiados en su nuevo trabajo, que lo fueron desgranando casi al completo. Aunque no se olvidaron de su fondo de catálogo, con canciones como “Everything”.
Más teniendo en cuenta que su debut “Songs to Sing Alone” cumple diez años, y que vuelve a ponerse en circulación de forma reeditada. No faltó esa canción de minero y única en castellano de su repertorio, “Dieciséis Toneladas”, ni sus improvisaciones y desarrollos instrumentales que nos dejaron con la boca abierta. La larga intro para dar comienzo a los bises fue de los mejor de todo su directo.
Con un público que no pudo remediar levantar sus posaderas de las butacas, el concierto iba llegando a su final tras dos horas de música hecha desde el corazón. Esa forma de interpretar música por músicos apasionados que creen y viven en lo que hacen, lo trasladan a su público con cada tema.
Con cada historia y crítica social que su cantante nos contaba a modo de introducción. Y con cada golpe a sus acústicas que abren un abanico de posibilidades en una propuesta, aparentemente, minimalista. Eso sí, nos deben un concierto en una sala, con mejor iluminación y donde la cerveza y el whisky barato sea el aroma de unas canciones que nos trasladan a una época musical que nos provoca nostalgia.