Texto: Eddie Malo
Fotos: José Báez
El quinteto británico Crystal Fighters lleva varios años afianzándose como una de las apuestas más seguras si lo que quieres es que tu festival o sala se ponga patas arribas. La semana pasada el combo pasó por nuestro país, como un torbellino, en la que ha sido su gira más extensa y ambiciosa hasta la fecha por estos lares, y viendo los resultados, no creo que les haya salido mal la jugada.
Ha sido agradable ver como una banda internacional se deja de exclusivas millonarias con algún festival de moda y se recorre 6 ciudades españolas, dando así la oportunidad a muchos más de sus seguidores a disfrutar de su festivo directo. La música de los británicos, esa mezcla efectista de ritmos tribales, electrónica de zapatilla y melodías gloriosas está dirigida en todo momento por el chamán, Sebastian Pringle, alrededor del cual las multitudes bailan y cantan envueltos en pegadizos estribillos que evocan al olvido del mundo en el que nos ha tocado vivir por un corto periodo de tiempo.
Tras un acertado cambio de recinto, (por la cercanía al centro) el Palacio de los Deportes de Granada, vio como unas 3000 personas, disfrutaron de esa gran fiesta pagana que son los conciertos de Crystal Fighters. Mientras en otras ciudades de la gira disfrutaron del siempre efectivo directo de El Guincho, a nosotros nos tocaba el granadino afincado en Berlín, Kid Simius.
Con apenas un par de escuchas a su Soundcloud, me adentré en su directo con la mente abierta pero pensando que el canario hubiera sido una mejor elección para calentar el ambiente. Y me equivoqué. Arropado por otro músico, Kid se puso a repartir candela desde el minuto 0, a pesar de tener delante un desolado y gélido recinto con apenas 100 personas dentro al comienzo de su show. Eso no les impidió pisar el acelerador y acabar convenciendo hasta al más escéptico de que el chico tiene talento. En sus cortos 40 min de actuación llenaron y caldearon la pista central, con sus ritmos electrónicos ante una audiencia que desde luego estaban allí por la fiesta.
Una cuidada mezcolanza de estilos que usaba samples tanto de clásicos del House más noventero y disco como del flamenco del gran Enrique Morente, pasando por los sonidos más actuales (a la vez que cansinos) de corte tropical o Black&Decker de gente como Major Lazer o Skrillex. A pesar de un corto set y del escaso espacio disponible en el escenario, convirtieron el palacio en un gran club y supieron ganarse al público que a cada minuto llenaba más la pista.
Tras unos horribles y largos minutos de espera, a ritmo de música electro latina de la peor calaña, sin mucho sentido, tras lo vivido con Kid Simius, el coitus interruptus continuó durante el inicio de concierto, con un eterno set de txalaparta, (instrumento de percusión de origen vasco). Finalmente la banda fue saltando (literalmente) al escenario uno a uno y dio comienzo por fin el espectáculo, con una escenografía simple pero efectiva basada en motivos vegetales y con un gran telón de fondo de corte precolombino.
El inicio (marcado por un sonido pésimo que se prolongó durante todo el concierto) con Follow, Yellow Sun y LA Calling, marcó la tónica de la noche, una cuidada elección de temas del pasado cruzada con piezas del editado en octubre Everything is my family. Destacar el rescate de Love Is All I Got, pieza que editaron junto con el dj británico Feed Me en 2012. Su nueva música puede que en casa no transmita tanto como sus anteriores obras, pero temas como All Night o Good Girls, son ya clásicos instantáneos en cuanto empiezan a sonar en directo.
Para sorpresa de muchos, soltaron su bomba I Love London, tras apenas 30 min de concierto, con una versión menos electrónica que perdía fuelle a cada momento debido a esos guitarrazos metaleros que no pegaban nada, y donde se echó de menos a la auténtica Mimi, que grabó el tema original. Acercándonos al meridiano del concierto los temas se sucedían de manera rápida y efectiva, la agitadora I Do This Everyday, el electro pop de Ways I Can’t Tell, las pegadizas Lay Low, Bridge of Bones y Love Natural nos llevaron hacía arriba hasta que llegaron los clásicos At Home y You & I, donde el pabellón parecía explotar. Tristemente y de manera abrupta la banda nos sacó de nuestra burbuja cargada de felicidad y buen rollo, diciendo adiós de manera mesiánica.
Tras los sentidos aplausos y gritos del personal volvieron de nuevo al escenario para interpretar el que para mí es una de sus mejores canciones Plage y finalizaron con el éxtasis colectivo de Xtatic Truth no sin antes haber recordado brevemente al que fuera batería del grupo fallecido en septiembre 2014, el italiano Andrea Marongiu.
Un buen pero lineal en su discurso y musical, concierto y un horrible sonido donde era difícil distinguir las voces pero que a la gran mayoría de ebrios presentes pareció no importarles mucho. Al fin y al cabo estamos en España. La pandereta siempre gana.