Texto: Oiane Díaz
Fotos: Oiane Díaz
Después de cuatro largos años desde que pisasen Bilbao por última vez junto a Clutch, los suecos Graveyard volvían a la capital bizkaina para hacer arder la noche. Con disco nuevo ya masterizado y que saldrá al mercado en breve, los de Joakim Nilsson abrían su show pasadas las diez de la noche, con un Antzoki abarrotado y un público esperando fervorosamente el comienzo.
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Si al principio los asistentes iban llegando a la sala con cuentagotas, para cuando nos dimos cuenta, el Kafe Antzoki estaba tan lleno que no cabía ni un solo alfiler en el recinto. Aunque no del todo puntuales, Graveyard se subían al escenario entre una fuerte ovación por parte de sus fans, quedando claro las tremendas ganas que había de verles tras un largo tiempo de espera.
Sumidos entre luces rojas y verdes, decidieron remontarse a su tercer disco de estudio ‘Lights Out’ para iniciar el concierto con “Hard Times Lovin’” con una brutal acogida por parte de sus seguidores. Alternando otros temas como “Randy” y retornando aún más a sus inicios con “Hisingen Blues” –de nada más y nada menos que el año 2011, hace ya una década– continuaron su setlist sin realizar apenas un momento de pausa entre un tema y el siguiente.
Con un sonido muy acertado y de calidad si comparamos conciertos anteriores, los suecos realizaron un repaso a su carrera incluyendo principalmente sencillos de su último álbum de 2018, ‘Peace’, del que no faltaron temazos como “Cold Loce”, “Bird of Paradise” o “Walk On”, y del ‘Hisingen Blues’, que cuenta con unos añitos más, y del que pudimos disfrutar de clásicos como “Uncomfortably Numb” o “The Siren”.
Poco a poco la noche seguía avanzando y el público se iba animando cada vez más, si bien es cierto que sobre el escenario existía una calma solamente rota en momentos puntuales en los que las canciones llegaban a su punto álgido. En esta ocasión hemos podido disfrutar de un Joakim en unas condiciones muy buenas en cuanto a su interpretación, al igual que Jonatan, que en las canciones interpretadas por él, la voz sonó a la perfección. Una ejecución genial en los instrumentos y una interacción escasa aunque correcta y que resultó más que suficiente para los allí presentes, completó una velada memorable para muchos.
Tras un pequeño sustito en el que pensábamos que ya daban por acabado el espectáculo tras “The Siren”, Graveyard volvía al escenario para acabar como es debido. En el encore incluyeron “Walk On” y como cierre absoluto, “Ain’t Fit to Live Here”, entrecalando un solo de batería en el que Oskar se lució demostrando su gran técnica. En definitiva, los suecos demostraron una vez más que tienen mecha para rato y que han vuelto con las pilas muy cargadas. Un show impecable que nos dejaba con ganas de más y a la espera de ese nuevo disco que saldrá a la luz este mismo año.