Texto: Lady Freya Moon
Fotos: Joxean Perez / Lady Freya Moon
El sábado 11 de Octubre, la sala Hell Dorado de Vitoria se convirtió mas que nunca en un auténtico infierno, no sabemos si dorado o no, lo que sabemos es que las bandas Muerte por mil cortes y Horn of the Rhino tiñeron la “Hell” del color de los más bajos instintos.
Muerte por mil cortes, la banda de Death Metal procedente de Murcia fue la encargada de abrir la puerta a un infierno terrenal, un mundo paralelo al que pocos son capaces de adentrarse, y así lo hizo el público que se acerco a la “Hell”, dejando que sus cuerpos fuesen poseídos por la intensidad que desprendían los Murcianos.
La banda mostró un carácter salvaje fuertemente conectado con los instintos primarios, llenando el escenario de visceralidad. Se fueron encendiendo por momentos, y pudimos ver como entraron en escalada, calentándose tema a tema y mostrando una conexión máxima con la música que hacen. Por último y para cerrar tocaron el tema Descenso de su último álbum, creando una poderosa nebulosa capaz de apoderarse del alma de todos los presentes.
Y ya una vez cruzada la puerta del infierno la mejor opción es adentrarse en él y disfrutar de los placeres prohibidos que nos ofrece. Nada mejor que bajar a las profundidades de las tinieblas acompañados por los Bilbaínos Horn of the Rhino, que nos presentaron su nuevo álbum Summoning Deliverance.
Se mostraron ante el público fuertes y majestuosos, con una seguridad digna de respeto.
La banda mostró un sonido propio y lleno de carácter, influenciado por varios estilos. El sólido sonido de la guitarra y la maravillosa voz de Javier Gálvez consiguieron enmudecer a los presentes, aunque pudimos escuchar expresiones como “ son la hostia” entre el público, una frase que demuestra que la música no hay que entenderla o etiquetarla, hay que sentirla, y es algo que la banda consigue a la perfección.
Aunque no fueron capaces de romper la barrera invisible de los dos metros que separa el escenario del público, algo que en Euskadi es muy común, pudimos ver a la gente disfrutando del concierto agitando sus cabezas al unísono.
Misántropos confesos, cansados de todo lo políticamente correcto, Horn of the Rhino demostró en el escenario que hacen lo que quieren porque pueden y les da la gana. Hora y media de conexión animal y derroche de seguridad, una seguridad que contagia a cualquiera.
Una noche de esas en las que sales de la sala pisando fuerte, con el pecho inflado y sintiéndote un “puto dios”, o en mi caso una “diosa”.