[crónica] Iron Maiden + Slayer + Ghost en Paraguay 29/09/2013

TEXTO: Fabiola Halley Frutos.
FOTOS: Loudshoot.

CUANDO EL PAPA, EL ASESINO Y LA BESTIA VISITARON ASUNCIÓN

“Satánico” para algunos, “glorioso” para otros, histórico para todos. La doncella de hierro: Iron Maiden encabezó una cartelera inmaculada para el metal en Asunción, Paraguay. La gira “Maiden England World Tour” aterrizó en el país del tereré con el azote veterano de Slayer, y la osadía de la joven banda Ghost.

Generaciones de nuevos y viejos apasionados por el metal, forjaron un tupido manto negro, el último domingo de septiembre en el Jockey Club Paraguayo. Desde tempranas horas de la tarde se aglutinaron alrededor del local, los fans que desafiaron las amenazas de lluvia, y las descendientes temperaturas, con la ferviente ansiedad de apreciar un show poco imaginado antes, para este público tan colmado de recientes sorpresas de acero.

EL PAPA OSCURO Y LOS DEMONIOS SIN NOMBRE: GHOST

Haciendo de su presencia escénica su principal protagonista, los miembros de Ghost demostraban su puntualidad ocupando al ocupar el escenario, minutos luego de las 18:00.

La ceremonia había empezado, los representantes de uno de los más excéntricos rituales musicales, estaban listos para empezar. Sin más que una oscura y ficticia identidad, los Nameless Ghouls, acompañaron a su líder, el Papa Emeritus II, ante un público mixto, cuya reacción varió entre asombro, indiferencia y desagrado en algunos casos.

Desde la capital de Suecia, e inquebrantables en sus personajes, quienes han sorprendido con un creciente éxito en poco más de 3 años desde el lanzamiento de su primer material, empezaron con Infestissumam seguido de Prime Mover.

Los suecos siguieron enseñando por qué su música “vieja pero nueva” se asocia con Black Sabath y Mercyful Fate, con sus canciones colmadas de satán, infierno, anticristo, Year Zero y Ritual.

Para muchos es impresionante lo que lograron estos demonios, y es un éxito imponente en poco tiempo de trayectoria, con sólo dos discos, un sonido marcadamente clásico, ligero, con la blasfemia, satanismo, intriga y misterio, como pilares de su identidad como banda.

A diferencia de en otros países, su presentación en el país no duró mucho más que 40 minutos y el ritual terminó con “Monstrance Clock”.

EL AZOTE DEL ASESINO: SLAYER

Los apasionados del thrash se mostraron aliviados cuando el sonido liviano acababa, y la agresividad se multiplicaba con la llegada de los veteranos Slayer.

Uno de los “cuatro grandes”, pisaba por primera vez un escenario en Paraguay, con una formación distinta a la original, pero con un intenso sabor a gloria para sus duros seguidores que esperaron más de 30 años.

Sin preámbulos, pasando las 19:30, estos íconos del thrash arrancaron su cátedra sangrienta con un escenario iluminado de rojo intenso, para dar lugar a World Painted Blood, aumentando rotundamente las revoluciones.

“Al fin Paraguay”, “Siento el amor”, fueron algunas de las expresiones en español del chileno Tom Araya, que encabeza esta legendaria banda, y continuó la agresividad con Disciple, War Ensemble y Mandatory Suicide.

El tamaño de la pasión de este peculiar y exigente público, sorprendía tanto en intensidad como en cantidad. Como nunca antes, los thrasheros tuvieron enfrente, a unos de sus emblemas más importantes de todos los tiempos

El complete show, muy parecido al presentado en otros países de la gira, alimentó la ira colectiva con Hallowed Point, Dead Skin Mask, Hate Worldwide, Seasons In The Abyss, South Of Heaven.

Los metaleros tambalearon en su dureza, cuando a espaldas de los guitarristas Kerry King y Gary Holt, la batería de Paul Bostaph y el bajista y vocalista Araya, se desplegaba inmensa una bandera en honor a su fallecido guitarrista Jeff Hanneman.

Dos banderas gloriosas adornaban una escena, sin dudas antes inimaginable, y ahora inolvidable para este frenético público; la paraguaya se sumaba a la escena colgada de un pedestal.

Durante varios minutos las pantallas gigantes transmitían fotos y videos del mítico Jeff, dando aún más poder a los dos últimos golpes de Raining Blood, Angel Of Death, dejando atrás melenas alborotadas y los pogos más grandes que haya visto un metalero paraguayo.

LA BESTIA IMPONENTE, LA DONCELLA DE ACERO: IRON MAIDEN

La poderosa liturgia negra y una paliza sangrienta, parecían haber recargado las energías de las 30mil almas, que estaban listas para recibir el ansiado plato final de potencia.

Habían pasado casi 40 años de su formación, 3 años de la marcha por su venida, y diez minutos de las 21hs, cuando un público anonadado ante tal majestuosidad, recibía finalmente a la más grande bestia del metal de todos los tiempos: Iron Maiden.

La temperatura estaba cada vez más fría mientras la canción de UFO, “Doctor Doctor”, introducía el espectáculo. Sin embargo, la sangre hervía en el público ante los primeros riffs de Moonchild, junto con uno de los mejores vocales del mundo, Bruce Dickinson, el bajista Steve Harris, las guitarras de Dave Murray, Adrian Smith, Janick Gers, y la percusión de Nicko McBrian ante una mirada temible de una imponente imagen del ícono de la banda, Eddie the Head.

“Scream forme Asunción” clamaba con energía Dickinson, y con la ferviente respuesta de la enérgica masa, retumbaron los sonidos de uno de sus tantos éxitos ochenteros: Can I play with madness.

The Prisoner, 2 Minutes To Midnight, Afraid To Shoot Strangers, fueron canciones que formaron parte de este espectáculo, caracterizado no sólo por la dinámica escénica excepcional del frontman, la potencia de 50 toneladas de equipos y los músicos que daban vida, si no por un encuentro generacional sin precedentes en la escena del metal nacional.

Más de un robot gigante de Eddie acompañaron el desempeño de estos padres del metal, un Eddie estático con el mundo y una pluma en mano, fue el primero en asomarse al público.

Para interpretar The Trooper, Dickinson apareció con un atuendo que representaba un soldado británico antiguo. En un momento, Dickinson hizo un comparativo entre las 30mil personas de Asunción, y las 60mil en Buenos Aires, resaltando que los asuncenos fueron más ruidosos que los porteños, lo cual fue celebrado intensamente.

Le siguió Piece of Mind, y como ya es casi costumbre, una vez más una banda estandarte del metal, se preguntó por qué les tomó tanto tiempo llegar hasta Paraguay, y aseguraron que ya no les tomará tanto tiempo volver.

Banderas que representaban distintas facetas de Eddie en algunos de los 15 discos de la banda, variaban y alimentaban el espectáculo visual que acompañaba una profesional puesta en escena.

La euforia parecía no tener límites cuando The Number Of The Beast retumbaba en el Jockey. Estos artistas parecían no cansarse, y el show no dejaba descansar la vista con juegos pirotécnicos que se sumaban al espectáculo.

Sonaron Phantom Of The Opera y Run To The Hills acompañados de un Eddie vestido de soldado británico que se paseaba sobre el escenario, y dio lugar a la canción Wasted Years. Luego la escenografía mutó para representabar un infierno de hielo y la portada del disco Seventh Son Of A Seventh, quien propició gloriosos solos de guitarra.

Cuando la energía y la voz de Dickinson parecían tambalear, llegaba The Clairvoyant, para recargarla, seguida de uno de los más coreados de la noche Fear Of The Dark, que el frontman adaptó para cantar en un momento “Asunción in the dark” , a lo cual siguió la canción que lleva el nombre de la banda.

Por un momento todo parecía terminar, los tan esperados artistas abandonaban el escenario, pero el sonido del discurso de Winston Churchill, acompañado de imágenes de la Segunda Guerra Mundial, demostraban que aún podía continuar.

Para alivio de los miles, quienes dan vida a la bestia volvieron con Aces High, y The Evil That Men Do, otra composición ensordecedoramente coreada.

Casi 40 años de trayectoria, millones de fans por todo el mundo, un avión de propiedad de la banda, aparentemente le dieron la libertad al cantante, de hacer lo que muchos quisieran; refregarse la bandera de una marca de hamburguesas que auspiciaba el show, por la parte trasera, hacer gestos obscenos por ella, para luego lanzarla al piso. Gesto que tuvo igual ovación que todo el resto del show.

Llanto, euforia y desesperación eran la catarsis de padres, hijos, amigos y soñadores que han seguido a esta agrupación como amos del arte.

Finalmente Running Free traía consigo el cierre definitivo de una fiesta sin precedentes, donde quedó demostrado que la Doncella de Hierro trajo a Paraguay todo el esplendor su puesta en escena, dejando la certeza al público paraguayo, de que sus ojos ya no tienen nada que envidiar a los espectáculos de afuera.