Texto: Íñigo Domínguez Díaz
Hace poco se celebró el 30 aniversario de la inauguración de los juegos olímpicos de Barcelona, el evento que cambió la ciudad para siempre y que en el imaginario de la generación X (a la que orgullosamente pertenezco) es uno de los hitos que en nuestra línea temporal tenemos señalado y grabado a fuego, por la trascendencia que tuvieron también para el resto del país y para la imagen de España frente a la comunidad internacional.
Después de los juegos el Estadi Olímpic ha acogido incontables eventos de todo tipo, ha sido sede los Barcelona Dragons y del Espanyol y a partir de la temporada 23/24 lo será del Barça. Pues bien, evidentemente es una casualidad, pero no por ello deja de ser reseñable que justo después de esta efeméride, haya sido Iron Maiden quien, con un su show más complejo y nostálgico venga a celebrar accidentalmente tan señalado momento.
Desde el concierto de Metallica en mayo 2019 que no se juntaban tantas personas en uniforme oscuro en la Anilla Olímpica. Tal fue la afluencia (una asistencia de unas 50.000 persona) que hubo un desbordé generalizado y unas colas tremebundas para acceder al estadio, especialmente a la zona de pista. Este hecho no afectó en sí, al concierto de Iron Maiden y no es achacable a la promotora Madness Live que bastante ha tenido con aguantar la gira y posponer dos años a la fecha, sino a los servicios externos contratados por el estadio.
Con lo cual, este hecho, a los que quisieron disfrutar también de los teloneros, se lo puso bien difícil. Dentro, al menos cerca de la zona de prensa, la circulación era cómoda y se podía pedir comida y bebida sin problemas, aunque en otras zonas no hubo tanta suerte, como tampoco la había en el merchan, solo fácilmente accesible al final del concierto.
Enlazando con este hecho, las colas, el tumulto, la falta de conocimiento de los auxiliares de información, combinado con mi falta de atención y credulidad a la hora de seguir indicaciones de extraños, provocaron que me perdiera la mitad del concierto de Airbourne, que en cualquier caso escuché mientras me medía el perímetro del estadio. Una vez dentro, pude comprobar como los pobres estaban dando un concierto con su energía habitual para un público que no superaba la décima parte de la capacidad del lugar, lo que deslucía su actuación.
La banda en cualquier caso lo dio todo y montó el escenario como su fueran los cabezas de cartel, con la “pared” de Marshalls habitual, utilizaron la sirena antes de terminar su actuación, que concluyó con la electrizante Runnin’ Wild. Apuntar, que seguramente el orden de los teloneros debería haber estado invertido. Es innegable que la sinergia entre Iron Maiden y Airbourne es mucho mayor que con Within Temptation, es decir tienen más fans en común por lo que a nivel de calentamiento de show hubiera funcionado mucho mejor.
El orden fue el que fue, y a la hora señalada saltó al escenario la banda de Países Bajos para comenzar su concierto, previsto para una hora aproximadamente y con un estadio que ya presentaba una entrada más acorde con la magnitud del evento, aunque aún se veía mucho flujo de personas accediendo sobre todo a pista. Abrieron con Our Solemn Hour y siguieron con Paradise.
Desaprovecharon dos temas como The Unforgiven (Para mí es su disco más completo y mejor elaborado), introduciéndolos tan pronto. El público no acababa de entrar al juego y no lo hizo hasta el quinto, que fue The Reckoning. Después Angels, en el que Sharon recordó a su padre fallecido, a continuación, espacio para su tema más reciente Entertain You, deslucido por las voces masculinas pregrabadas y tiempo para su hit más emblemático Stand My Ground.
Siguieron manejando la bis emocional en Raise Your Banner, en el que Sharon enarboló la bandera de Ucrania, después de jugar fortuitamente al gato y el ratón con uno de sus pipas hasta alcanzarla. Para terminar, tomaron dos canciones del álbum más aclamado por la crítica y con el que comenzaron a hacerse un nombre dentro de la industria, Mother Earth, del que tocaron Ice Queen, de los temas mejor recibidos por la audiencia y el homónimo, con el que finalizaron su actuación.
Mi sensación es que se quedaron a medias, bien porque tardaron en conectar por el público, bien porque no pudieron desarrollar un show con plenitud de medios, algo que con Airbourne también estaba latente. Está claro que, si quieres conocer o disfrutar 100% de una banda, mejor no verlos como teloneros en un gran evento de estas características. Me pasó con Ghost en el concierto de Metallica, nada que ver la banda de Tobias Forge con su propio espectáculo que abriendo para los de la bahía de San Francisco.
El gran momento se acercaba y en la hora señalada, se comenzó a escuchar el Doctor, Doctor de U.F.O. que sirvió de intro antes de que la doncella saltara al escenario. De un plumazo se borraron, los dos años de espera, las vicisitudes de la pandemia y en general todos los males que cada uno de los 50.000 asistentes pudiera haberse llevado consigo en su mochila particular.
Con los tambores y primeras notas de Senjutsu y la banda al completo en el escenario, dio comienzo el mayor espectáculo de heavy metal que se ha visto y se podrá ver en 2022. El escenario ambientado en el Japón medieval, siguiendo la temática principal del disco aparecía imponente y el grupo con Bruce a la cabeza, ejecutaba con contundencia un tema de ritmos pesados que el público recibió como su fuera un clásico.
No hubo aperitivo, fuimos directamente al banquete, Maiden salió enchufado desde el primer momento y con Stratego metieron una velocidad más dentro de la referencia a su más reciente trabajo, que al final ha debido tener su obligada cota de protagonismo en esta gira debido a los retrasos sufridos por la pandemia. Un tema con aire a los Maiden más clásicos y en el que la enésima versión de Eddie apareció por primera vez en el escenario, en forma de diabólico samurái. Terminaron el breve homenaje a Senjutsu con el que fue el primer single The Writing on the Wall, un tema poco habitual en su discografía con aire de rock sureño pero que probablemente se colará como uno de los imprescindibles a partir de ahora.
Hasta aquí la referencia a su último esfuerzo y sin tiempo a digerir, el siguiente plato del menú degustación. En menos de un minuto, un cambio de escenario relámpago en el que hay que felicitar al grupo de técnicos que se han traído Maiden, simplemente espectacular. El escenario se transformó en un ábside catedralicio en el que había diferentes referencias al pasado en las vidrieras y del techo bajaron las piezas que conformaron la bóveda.
Con todo listo, comenzó el periplo por la historia de la doncella, que durante los últimos cuarenta años ha dejado innumerables canciones, mejores o peores, pero todas con una seña de identidad reconocible. Si de verdad hay una cápsula del tiempo en alguna parte, debería incluir la discografía de Iron Maiden al completa, para el o lo que venga a continuación de nuestra especie, entienda una parte de nuestra historia.
Con un setlist centrado en la época gloriosa de comienzos de los ochenta, léase Number of The Beast y Piece of Mind, el elegido fue uno de los menos habituales, Revelations que puso a la audiencia en contexto y que sirvió para dentro de ya un concierto con aire nostálgico, acentuarlo aún más. Después, el primer speech de Bruce para presentar Blood Brothers, referenciando al hermanamiento entre los fans y la banda.
Un salto en el tiempo para situar al público en los dos mil, momento en el que Bruce regresó a la formación junto con Adrian, con una canción que sin duda hace las delicias de los fans. Continuando con el homenaje a esos discos en los que Maiden, introdujo nuevos ritmos y elementos, fase que en su momento les costó muchas críticas pero que ahora desde la perspectiva se entiende y disfruta mejor. Sign of The Cross es un tema largo y denso pero imponente, no pensado para la voz de Bruce pero que éste ha hecho suyo 100%. Del techo bajaron candelabros que ambientaron la interpretación del cantante, que llevaba una cruz que usaba para enfatizar el mensaje de la canción. Uno de los mejores temas de la noche, sin duda.
Paso de página y volvemos a los ochenta con Flight of Icarus, en el que en el escenario apareció el propio Ícaro y Bruce se echó a la espalda un lanzallamas con el que fue descargando por un puño y otro, llamaradas que dieron un aire rammsteniano a la actuación y que el público observó ojiplático. Con el público ya más que encendido, llegó el momento de los platos especialidad del chef, ya no había marcha atrás. Fear of The Dark, en el que Bruce salió ataviado con un traje y máscara de erradicador de la peste, portando un faro con una luz verde fosforescente que la audiencia siguió de forma hipnótica mientras interpretaba el tema.
A continuación, llegó una de mis debilidades, Hallowed Be Thy Name, el tema que relata los momentos previos a subir a la horca, de un condenado a muerte. Probablemente fue la canción más teatral de todas en la que Bruce, entraba y salía de una jaula y jugaba con la horca que colgaba del techo, la interpretación fue simplemente épica. Number of The Beast comenzó a sonar y el escenario se transformo en el mismísimo averno, gracias a las imponentes llamaradas que brotaban del mismo, con Bruce pidiendo al público el ánimo con el clásico scream for me… Al final del tema y enlazando totalmente con el tema homónimo de la banda, Iron Maiden, apareció de las profundidades del citado inferno la cabeza de Eddie, esta vez en forma de “La Bestia” como colofón al acto principal de la actuación.
Se retiró la banda del escenario por muy breve espacio de tiempo para volver con los postres especialidad de la casa. Uno de los clásicos que no puede faltar, The Tropper, en el que Eddie hizo su última aparición, uniformado de soldado decimonónico, esgrimiendo una espada gigantesca. En la interpretación del tema, Bruce iba ataviado de la misma forma y ambos fingieron unos lances de esgrima, deporte que practica el cantante de Maiden, en alguno de sus pocos ratos libres.
Siguió un tema poco habitual en los setlist, como es The Clansman, de uno de sus discos más defenestrados, Virtual XI, pero que como el Sign Of The Cross, ahora se ve con otros ojos. La palabra freedom, en el coro central del tema, nunca habrá sonado tan fuerte en este estadio, entonada por 50.000 metaleros en pleno éxtasis. Para finalizar el primer bis, uno de los que no puede faltar, Run to the Hills, uno de sus temas más rápidos y coreables de toda su discografía y que adornado con explosiones, humo y fuego, parecía señalar el fin del concierto. Lejos de ello, volvieron de nuevo y nos invitaron a café.
Comenzamos a escuchar el discurso original de Winston Churchill, y junto con el Supermarine Spitfire que descendió del cielo, nos situó en la batalla de Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial. Bruce, ataviado en un traje de piloto (otra de sus aficiones y parte de sus negocios paralelos a Iron Maiden, que es la aeronáutica) interpretó el Aces High, con el citado avión sobrevolando su cabeza dio un final épico a la actuación.
La banda se despidió esta vez sí de forma definitiva, dejándonos un mensaje de positividad con Always Look on the Bright Side of Life, de los Monty Python. De algún modo, no podía ser más acertado. Dos años de pandemia después podemos volver a la mayoría de nuestros rutinas, hábitos y costumbres y sobre todo podemos asistir a grandes y pequeños eventos, salir emocionado y satisfecho de los mismos, disfrutando con lo que más nos gusta, la música en directo.
Setlist Iron Maiden
Senjutsu
Stratego
The Writing on the Wall
Revelations
Blood Brothers
Sign of the Cross
Flight of Icarus
Fear of the Dark
Hallowed Be Thy Name
The Number of the Beast
Iron Maiden
The Trooper
The Clansman
Run to the Hills
Aces High
Setlist Within Temptation
Our Solemn Hour
Paradise (What About Us?)
Faster
In the Middle of the Night
The Reckoning
Angels
Entertain You
Stand My Ground
Raise Your Banner
Ice Queen
Supernova
Mother Earth
Setlist Airbourne
Ready to Rock
Back in the Game
Girls in Black
Burnout the Nitro
Breakin’ Outta Hell
Live It Up
Runnin’ Wild