Texto: Morpheus Misfit
Fotos: María Guerrero Vega
Se habló mucho de que ésta edición del Kristonfest era la más ambiciosa hasta la fecha, y no solo por el cartel. El cambio de ciudad a Madrid (siendo la segunda vez que se celebraba aquí) sin duda ha supuesto muchas mejoras para la organización, y con un cartel plagado de grandes nombres para esta escena en específico, es normal que haya sido de las ediciones mas concurridas que recordemos. Kristonfest 2018 es algo de lo que hablaremos bastante a lo largo de los años.
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Repitieron La Riviera como emplazamiento, y ésta vez llegaron a un acuerdo con la sala para permitir que la gente pudiese salir fuera del recinto entre grupo y grupo al acabar cada actuación (cosa que ya suponía una mejora con respecto a la edición anterior, en la que hubieron quejas por el tema). Es sabido por muchos que La Riviera puede ser una lotería en cuanto a sonido, pero por suerte para nosotros la sala tuvo la mejor de sus noches en este aspecto, haciendo que cada actuación no tuviera desperfectos en este apartado.
Sobre las 20:00 arrancaba la magia con Conan. Los de Liverpool poseían el sonido mas distorsionado de todo el cartel, eran unos “pesos pesados” (nunca mejor dicho) y tras su paso por el Resurrection Fest el pasado verano, queríamos ver como defendian ese sangrante “Revengeance” una última vez antes de editar este agosto su nuevo “Existential Void Guardian”. No defraudaron, tampoco hay que esforzarse tanto teniendo una figura como la de Jon Davis al frente, y con canciones tan redondas como las del “Blood Eagle”. Cualquiera podría decir que lo suyo sería el sonido mas “sucio” del festival, muy lejos de lo vivido a últimas horas de la tarde en la capital, y a pesar de las afinaciones tan bajas todo sonó cristalino. Nos conquistaron desde ese primerizo “Total Conquest” y supieron usar las ganas del público para arrastrarnos a su pantano particular. Se están haciendo unos fijos de estos carteles del doom y stoner en Europa, y la fama la tienen merecida.
Total Conquest
Throne of Fire
Gravity Chasm
Prosper
Thunderhoof
Satsumo
Foehammer
Hawk as Weapon
Battle in the Swamp
V.T.
Cambio de tercio para que los americanos Elder asaltasen el escenario de la Riviera, y vaya si hubo cambios. Donde antes había distorsión ahora reinaba la psicodelia. No por nada los de Boston citan a Colour Haze como una de sus principales influencias, y el juego de luces que tuvieron durante su actuación sí que hizo mucho para meternos de lleno en su concierto. Canciones largas como nos tienen acostumbrados, puro sentimiento como el de ese perfecto “Sanctuary”, y un público atónito ante todo el talento que derrochan en cada nota de su último “Reflections of a Floating World” hicieron que supiese a gloria, en donde no sobró ni un solo segundo. Ver a Nick DiSalvo desgarrar ritmos, punteos y riffs es casi celestial, y poco le hace falta cantar cuando se acerca tan peligrosamente al rock progresivo. Sin duda uno de los puntos mas altos del Kristonfest.
Desde 1998 nos vienen fascinando, casi el mismo tiempo desde el que no sacaba “nada nuevo” con su otra formación llamada Sleep. Matt Pike es una figura muy a tener en cuenta en este movimiento, una especie de Lemmy pasado de rosca en donde es un rey Midas que va convirtiendo en oro todo lo que toca. La expectación era gigante, la tensión se podía cortar con una navaja, y la sala ya estaba a punto de hervir cuando los de Oakland salen a matar.
Facilmente (y con permiso de Wyndorf) podrían haber sido los cabezas de cartel, pero si en algo ganaron High On Fire en esta edición del Kristonfest fue en ser la banda mas ruidosa. Hijos del trueno, sonaron exactamente atronadores (y para mi gusto personal demasiado altos, como se esperaba de ellos), por momentos teniendo efecto bola según en que sector de la Riviera se encontrase uno, pero eso no evitó que “Carcosa”, “Rumors Of War” o “Snakes For The Divine” volviesen a sentirse como una patada en el pecho (en el buen sentido de la palabra). Hiriente set en donde Kenzel, Matz y Pike salieron chorreando pero sonrientes. Todavía nos pitan los oídos.
Lo de Monster Magnet es como una segunda juventud. Es bonito ver como Dave Wyndorf a sus 62 años todavía puede desgranar un set de 12 canciones sin siquiera despeinarse, arengando constantemente al público y llevándolo a su juego. Ya nos demostraron en el Download Madrid del año pasado que están en buena forma, y aquí volvieron a marcarse un conciertazo del que solo se puede poner una pega: a veces la voz no se escuchaba por encima de las guitarras, pero nada que empañase su gran actuación como cabezas de cartel del Kristonfest. Todo el mundo sabe que hoy día Wyndorf la guitarra la tiene de adorno, pero tampoco le hace falta tocarla teniendo a dos pilares como Garrett Sweeny y Phil Caivano (muy activo con el público tras sus eternas gafas de sol), pero por sobre todo con el constante apoyo del bajista de The Atomic Bitchwax Chris Kosnik, que ya cumple 5 años con esta formación.
Cuando empiezas con “Dopes To Infinity” sabes que tendrás a la mayoría comiendo de tu mano, pero cuando las canciones de su reciente “Mindfucker” suenan igual de bien (y con regusto a clásico) sabes que lo tuyo realmente convence (independientemente de los clásicos). Muy grandes, como la masterclass que brindó Bob Pantella a los parches, y aunque para muchos están muy lejos de su legado, hacía falta ese aire rockero para recordarles a algunos las raíces de lo que escuchan actualmente.
Dopes to Infinity
Rocket Freak
Soul
Mindfucker
Radiation Day
Look to Your Orb for the Warning
When the Hammer Comes Down
Negasonic Teenage Warhead
Space Lord
Ejection
End of Time
Powertrip
Para el final se dejaron casi lo mejor del festival, y es que aunque parezca mentira los japoneses Church Of Misery llevan desde 1995 infusionando de humo negro nuestros corazones. Doom metal y rock psicodélico a partes iguales, un frontman como Hiroyuki Takano que recuerda con sus movimientos a Bobby Liebling de Pentagram, y un magnífico Tatsu Mikami con el bajo colgándole hasta casi los talones (es el único miembro fijo de la banda desde su formación) hacen que el ángel caído de Black Sabbath que llevan en su logo no suene a mera copia sino a tributo en condiciones.
Voz desgañitada, canciones sobre asesinos en serie, y un ataque constante de riffs y amalgamas sonoras cortesía del guitarra Yasuto Muraki hicieron que valiese la pena quedarse hasta las 3 de la madrugada para verlos triunfantes, y al parecer con miles de seguidores en nuestro país. Tal fue la calidad y cercanía de su set que tuvieron que salir una vez más tras acabar el mismo, y regalarnos una píldora más de su droga (la única banda que no tenía esto planeado y lo hizo de manera espontánea).
El Kristonfest 2018 no ha sido solo un festival, sino un encuentro de personas que piensan, sienten y viven la música de manera igual. Cuando otros festivales se dedican a meter a 800 bandas en sets de 25 minutos, el esmero y cuidado con el que la organización prepara esto está empezando a dar sus frutos. Se está convirtiendo poco a poco en un punto de encuentro obligatorio, y cuando ves a la vez a tantas personas que han pasado por nuestras Goetia Sessions (integrantes de The Shooters, Grajo, Santo Rostro, Cabeza de Caballo, Oddhums u Orthodox) no puedes mas que sentirte un poco más al sur del cielo (o infierno). Ya con ganas de que sea mayo de 2019.