Texto: Natividad P Taviel de Andrade
Fotos: Ana Lahuerta Escudero
Alemania se caracteriza por ser, sin duda alguna, la cumbre del gótico por excelencia. Este país nos ha obsequiado con magníficas bandas del género y que abarcan muy diferentes estilos; como el EBM o el metal entre otros.
Sin embargo, si tuviera que escoger lo que, a mi humilde parecer, es uno de los grupos más representativos y puristas del momento, me quedaría con Lacrimosa. Esta banda formada en Noviembre de 1990 cautivó al público desde el principio gracias al enorme talento de su frontman Tilo Wolff y los maravillosos temas que nos ofrece; resultando una perfecta combinación de varios estilos como el rock alternativo y el metal sinfónico. Canciones que nos desgarran, arden, hielan, escuecen, hieren y que rozan la poesía. Un grupo que, no sólo cuenta con estupendísimos discos, sino que tienen un directo totalmente sublime.
Los encargados de abrir la noche en la sala berlinesa Postbahnhof fueron los alemanes Canterra, un grupo que, francamente, pasó sin pena, ni gloria. Una puesta en escena bastante insulsa, que no despertaba pasión alguna y que se libraba a duras penas por los casi fallidos intentos de su cantante, Korinna, por ganarse al público. Una frontman sin duda elegante, buena voz y con cierto potencial (aunque ni mucho menos sorprendente), pero que no podía hacer gran cosa ante el resto del grupo que resultó de lo más anodino. Temas que pasaron desapercibidos y una puesta en escena casi aburrida y sin ningún punto a destacar.
Bajo los calurosos aplausos y gritos de júbilo del público, un carismático Tilo Wolff y la inseparable Anne Nurmi se presentaron en el escenario. Acompañados de un grupo de músicos que resultó especialmente bueno, el dúo supo cautivar a los presentes desde el primer instante ofreciendo un espectáculo verdaderamente elegante y muy, muy pasional. Inaugurando la actuación con una estupenda interpretación de “Der Kelch der Hoffnung” (Hoffnung, 2015) que taladraba el alma, el grupo nos deleitó con lo mejor de lo mejor de su carrera musical. Y es que no hay mejor combinación que la voz desgarrada y tremendamente pasional de Wolff y la oscura dulzura de Turmi para disfrutar de increíbles temas como “Stolzes Herz” (Stille, 1997), “Alleine zu zweit” (Elodia, 1999) ó la esperadísima “Der Morgen danach” (Fassade, 2001).
Aunque en la mayoría de los temas es Wolff el intérprete principal y la voz de Turmi queda relegada a segundo lugar, la finesa también abandonó los teclados en más de una ocasión para interpretar temas como “Apart” (Echos, 2003), “If the world stood still a way” (Revolution, 2012) ó “Thunder & lightning” (Hoffnung, 2015) y demostrar la gran soltura con la que se mueve en el escenario; cautivando al público con su actuación mientras que Wolff tocaba el teclado o la guitarra. Pero no nos engañemos: aunque Turmi es magnífica, Wolff es un verdadero genio del género. Todo él es sentimiento, todo él es música: desde su voz – a veces susurrante, a ratos áspera y oscura y en ocasiones muy pasional y terriblemente desesperada – hasta cada uno de sus gestos y movimientos en el escenario que nos inspiran decadencia, melancolía y desesperación; al igual que sus letras.
Sin duda fueron muy destacables las interpretaciones del bajista Yenz Leonhardt y el guitarrista Henrik Flyman; músicos que demostraron tener muchas tablas en el escenario y que le dieron gran dinamismo al concierto. Además, hay que señalar que el público se mostró entusiasta en todo momento y aunque no era especialmente dado a corear todas las canciones, si resultó animado y sobre todo muy agradecido en los aplausos y vítores continuos.
La banda se despidió con el aclamado tema “Durch Nacht und Flut” (Echos, 2003) poniendo en manifiesto que son y seguirán siendo la crème de la crème del gótico. Un grupo que podría describirse con muchas y diversas palabras, pero que podemos resumir en una: PASIÓN.