[crónica] Pumuky + I Am Dive en Granada – Sala Planta Baja, 12/12/2015

Texto: Ángel Oreste Rodríguez
Fotos: Cristina PG

La noche del sábado pasado se tintó de rosa en la sala Plantabaja de Granada. De rosa ensoñador. Un rosa cargado de reverberaciones rozando tímida pero con contundencia los oídos de los que allí estuvimos presenciando el espectáculo. Este color rosa del que os hablo, intangible pero de presencia indiscutible, corrió a cargo de dos bandas nacionales: I am Dive, desde Sevilla presentando su último álbum, Wolves (Foehn Records, 2014), y Pumuky, que llegan desde las Canarias hasta el sur para concluir su gira peninsular con motivo de su reciente nuevo disco, Justicia Poética (Jabalina Música, 2015).

Los sevillanos fueron los encargados de abrir la noche. No se me ocurre mejor modo para definir su concierto que la descripción que ellos proponen de sí mismos en su página de Facebook: “Dance music for sad people”. Sus dos únicos integrantes, Esteban y José, estuvieron encima del escenario cerca de una hora embriagándonos con melodías tristes y ritmos marcados. Ritmos lentos, en la cuerda floja entre el downtempo y el synthpop, que invitan a los oyentes, muy educadamente, a acompañarlos con un baile. Los beats resonaban profundos, haciéndose notar; estallando cada uno de ellos y desapareciendo al instante, dejando paso al que está por venir. Estos ritmos se dan la mano con melodías sencillas que aumentan de tamaño tranquilamente. Cuando menos te lo esperas, son enormes; has sido introducido en ellas involuntariamente. Están ahí, inundando la sala entera, procurando llenar cada espacio vacío y abrazarlo con suavidad, acariciando a cada uno de los allí presentes.

I Am DiveEs una gran ironía pensar cómo tantos sintetizadores y demás elementos de índole digital fueron los encargados de transportarnos a un espacio de naturaleza viva. A una explanada fría cubierta de nubes lagrimosas; a la parte baja de unas cataratas, bordeadas por enormes rocas, recubierta por árboles cabizbajos. El rosa pomposo del que hablaba al comienzo se tornaba grisáceo y helado. Esa atmósfera rebosante hacía sus veces de llama silenciosa, desplazándose entre nosotros de manera inadvertida, calentándonos desde dentro, a un frío desalentador. No me malinterpretéis: no quiero decir que la música nos dejara fríos, si no que la misma música se volvía fría.

Entre tanto sampler y cajas de ritmos también había sitio para las guitarras eléctricas que, adornadas por multitud de pedales, se convertían en un casi-sintetizador más, mezclándose con ellos. Las canciones se sucedían sin grandes sobresaltos. No obstante, decidieron finalizar el concierto (y la gira) con un admirable crescendo. Arropado por todo el instrumental que aquella noche traían con ellos, los ruidos sintéticos se acrecentaban a la par que las guitarras, causando un inmenso batiburrillo de sonidos que, una vez llevado hasta su cénit, lograron calmar con delicadeza.

PumukyI am Dive sirvió como excelente preludio a lo que aquella sala iba a darnos. Tras una breve pausa, los cuatro canarios estaban subidos en el escenario. Lo primero que llama la atención al tenerlos enfrente es su juventud. No es que sean especialmente jóvenes, pero después de escuchar sus discos y observar toda la madurez que en ellos existe, esperaba a gente bastante mayor. Fue una grata sorpresa, sin lugar a dudas.

Asumida mi equívoca concepción que hacia ellos tenía, comenzaron a tocar con fuerza, sin ninguna clase de pasaje armonioso para ponernos en situación. Quisieron mostrarnos quiénes son Pumuky desde los primeros segundos del concierto, y lo lograron. Aquella noche estaba dedicada al dream pop y ellos lo sabían muy bien. La percusión sintetizada servía de alfombra para que el resto de instrumentos nos obligaran a fundirnos con ellos. Fundirnos con la majestuosidad de su totalidad; con el sintetizador, cuya fina línea armoniosa pulula dulcemente en el escenario, donde el resto de instrumentos buscan cabida para cimentarse y crear un monumento de dimensiones colosales.

Las guitarras aparecían y desaparecían de entre el conjunto audible, complementando y ayudándose mutuamente en busca de una plenitud musical. La voz de Jaír Ramírez, vocalista y miembro fundador de la agrupación, delay al máximo, sirvió de coronación melódica a sus canciones. No pudo evitar sonreír cuando comprobó cómo el público le acompañaba cantando algunas de sus canciones. Puede que se echara en falta alguna otra voz que le acompañara con coros.

PumukyHacia el final de la actuación, la distorsión de las guitarras comenzó a aflorar. Hasta entonces, su sonido, dejando atrás la intensa reverberación, era limpio; era un mar claro; no, eran todo un océano, con olas desvariando en vaivenes, ahogándonos entre pasada y pasada, sin impureza presente alguna. Agua, reitero, pura. Hasta entonces, sí. Pero algo cambió. El océano se hizo huracán. Los acordes comenzaron a ganar crudeza, elevando la atmósfera, dejándonos sin oxígeno durante aquellos instantes. Los cuatro me absorbieron por completo, cayendo en un agujero de infinitud musical.

Decidieron concluir su concierto con la misma canción que pone fin a Justicia Poética, la cual dedicaron a todos los que allí estuvimos presentes. La tensión emocional generada durante la hora que estuvieron tocando explotó en Crash. Sentimientos materializados a través de un puñado de instrumentos; montañas de música que se muestran gigantescas y que se pliegan sobre nosotros, sobre el público, sobrecogiéndonos, esperando que no termine, que todo ese potencial no decaiga, que se eleve hasta un fin sin fin; por momentos, convirtieron el dream pop que se nos había regalado, en una suerte de post-rock de cima indistinguible.

El mayor logro para ellos fue canalizar toda esa energía en un final digno del resto de la noche. Tres de los cuatro miembros (el otro continuaba arpegiando con su guitarra), bajaron hacia sus pedales para jugar con las notas que aún salían de los amplificadores, acomodándolas para su muerte próxima.

Una noche rosa. O azulada. Verdosa, quizás. Como lo prefiráis. Dicen que el éter es pura mitología, pero lo etéreo abundó en aquella sala.

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PUMUKY + I AM DIVE EN GRANADA