Texto: Bárbara Teruggi
La noche del viernes fue algo que no me esperaba ciertamente, y no por buenas razones especialmente. A modo de introducción y para que intuyáis más o menos lo que sigue a continuación, os diré que de las varias veces que los he visto, esta última no ha sido la mejor de Russian Cirles, quienes venían a presentar su nuevo disco Memorial, el cual sale a la venta el 29 de cotubre.
Ojo, no quiero decir que fue una porquería de bolo ni mucho menos, esta banda es buena hagan lo que hagan y sobre todo por Dave Turncratz, para mí siempre será uno de los mejores baterías de los últimos tiempos, y probablemente el más orgánico de todos. Fue más bien por el ritmo general de todo el concierto (teloneros incluidos), que no estuvo a la altura de lo que yo esperaba, que era lo que siempre daban, un ascenso constante, la sensación de escalar una montaña y acabar en la cima de la euforia, eso no lo tuve por desgracia esta vez.
La velada arrancó con Chelsea Wolfe a quien no conocía anteriormente y que, si bien al principio me sorprendió gratamente sobre todo por su voz, que era una cruza de Bjork y Beth Gibbons (de Portishead), a lo largo de una excesiva hora y cuarto de repertorio me fue empezando a aburrir, porque la tónica siempre era la misma, canciones totalmente depresivas, que cuando parecía que iban a empezar a crecer y a cobrar vida, acababan de golpe, como si alguien hubiese desenchufado los amplis.
Al final el clima que se veía, al menos desde donde yo estaba y por los comentarios que me hacían sobre el concierto en sí, era gente mirando el móvil y pasando del escenario, gente sentada en el fondo de la sala, gente circulando por la sala y pidiendo bebidas, hablando entre ellos y unas cuantas caras de stress y agobio. La verdad es que no fue acertado para nada, ni el tiempo de setlist, una hora y cuarto colmada de canciones depresivas, estando de pie y, con tal monotonía, que no me hubiera extrañado para nada ver en algún momento un camarero repartiendo chupitos de cianuro, como señaló un amigo que iba conmigo.
Incluso se dio el lujo de hacer el truco de “desaparecer” y volver para hacer el bis, cosa que cuando ella se metió para dentro la gente se pensaba que había acabado el concierto y comenzaban a dispersarse (señal implícita de que NO queríamos un bis). Yo creo que más que música de directo, Chelsea Wolfe es ideal para escuchar en casa un día tranquilo, o para estudiar, o si acaso hace algún directo sería más cómodo verla sentados.
Yo entiendo que tuvieran que darle su espacio de gloria al haber colaborado en una canción del nuevo disco de Russian Circles “Memorial”, pero me pareció muy abusivo que le dieran un setlist de una hora y cuarto de tiempo, en mi opinión, deberían haber traído otra banda de transición que animase la sala porque nos quedamos todos un poco chafados, incluso habría sido acertado apostar por una banda nacional. Pero bueno, dejémoslo ahí.
Esta situación, evidentemente, provocaba que la gente tuviera las expectativas para Russian Circles por el techo, esperando que el concierto fuese la gloria de principio a fin y que compensaran en totalidad este bajón.
Una vez superada la primera parte de la velada, buscamos un poco de sitio decente (dado lo abarrotada que estaba la sala), para poder tener una buena audición (lo de la vista estaba descartado porque había mucha torre suelta y una servidora no supera el metro sesenta). Un día juro que me llevaré un banquito plegable y así podré ver todos los conciertos del mundo sin problemas.
Finalmente, y después de lo que sería una seguidilla de interludios exasperantes entre canción y canción, de notas y sonidos largos y cansinos, entraron por fin los de Chicago, arrancando el setlist con fuerza con “309”, del LP Empros que luego empalmaron con Harper Lewis magistralmente. Dave Turncratz tenía un claro protagonismo, no solo con su posición habitual en el escenario, sino también a nivel de sonido, teniendo un sonido ligeramente más pronunciado que el de Mike Sullivan y Brian Cook, pero eso es algo normal, ya que la batería es el alma mater de la banda, es quien aporta la progresión y que conduce todo el ritmo de sensaciones, de subidas y bajadas y es los pulmones, el corazón y el cerebro de la banda, la guitarra, el bajo y los samplers son el resto de miembros de este cuerpo sonoro que es Russian Circles.
A partir de este momento la cosa empezó a tornarse un poco rara, los interludios que mencioné con anterioridad, eran demasiado largos entre canción y canción, lo cual hacía que uno se impacientara un poco, quizás habría sido mejor no haber pinchado esos interludios, o hacerlos de menor duración, ya que cortaban demasiado la atmósfera a la que ellos nos tenían acostumbrados.
Por otra parte, el setlist fue también un poco atípico, ya que, normalmente, esta banda suele tener un ritmo ascendente en sus conciertos, con lo cual siempre salías de sus conciertos con la sensación de haberte abstraído y viajado mentalmente a otro mundo, y con dificultades para volver a la vida real, queriendo repetir la experiencia otra y otra vez. Esta vez, no pude despegar los pies del suelo del Apolo 2, porque era una de cal y una de arena, una canción en ascenso, y una canción en descenso, la cosa no cuajaba demasiado.
Evidentemente he de decir que todas y cada una de esas canciones fueron ejecutadas con una perfección y un sentimiento impecables, pero esta vez encuentro que no ha sido acertado bajo ningún concepto tanto el orden de las canciones como los entretiempos, porque no te permitían tener esas sensaciones que uno vivía en conciertos anteriores.
Entre las canciones de Empros y de Memorial, hubieron viajes a sus otros tres discos: Enter, Station y Geneva, con canciones como “Carpe” y la genial “Youngblood” que cerró el concierto. Pero en mi opinión, quizás podrían haber sacrificado al menos una de los nuevos, quizás del Empros, y haber tocado ”Death Rides a Horse”, que fue el comentario más sonado de la noche, nadie entendía como se habían podido dejar esa canción en el tintero.
Hasta aquí lo que fue la crónica de una noche con regusto agridulce, que podría haber ido mucho mejor, teniendo en cuenta a quienes teníamos delante, pero contenta de haber asistido puesto que los temas del nuevo disco Memorial suenan muy pero que muy bien, sobre todo “Deficit” que me vuela la cabeza, de hecho a modo rápido de resumen, este disco se me antoja una fusión del Empros y sus trabajos anteriores, lo que debería haber sido el paso intermedio quizás, entre el trío Enter-Station-Geneva y Empros.