[crónica] Sonic Blast Fest 2023 – Vila Praia de Âncora, 09 al 12 de agosto

Texto: Jorge Fretes
Fotos: Iago Alonso

Vila Praia de Áncora es un bonito pueblo de pescadores de Portugal, a unos 76 kilómetros de Vigo y que se ha convertido en la actual residencia del Sonic Blast Fest tras su aventura por Moledo. El año pasado estrenaban ubicación (puedes leer nuestra reseña del 2022 en este enlace) y en esta edición se reafirman en ser un paraje idílico para disfrutar de esos sonidos del desierto.

Un amigo me había dicho durante el festival que sí el Wacken era la meca para los fans del metal, sin duda alguna el Sonic Blast Fest era esa meca aún por descubrir a varios fans del stoner y la psicodelia. Existen grandes nombres como el Desert Fest de Berlín y Londres, el Freak Valley o el Krach Am Bach en Alemania, los Dunajam, pero este pequeño festival portugués todavía mantiene esa esencia underground que tanto gusta a sus fieles, a pesar de contar cada año con nombres más grandes en su cartel.

No son pocas las personas que añoran aquellos Sonic Blast en la anterior ubicación, los escenarios al lado de la piscina o los aforos que no superaban las 2000 personas, pero era inevitable que esto creciese en todos los sentidos y que se llegase a un recinto para 6000 personas o un total de 15000 asistentes juntando todas las jornadas. Sí, el Sonic Blast ya no es tanto esa joya desconocida de la que solo gozaban unos pocos conocedores, pero sigue manteniendo ese aire de festival por y para la gente de este mundillo. Desde encontrarte a un músico buscando su dosis personal de magia por el camping próximo al festival, tomarte una cerveza con el guitarrista de tu grupo favorito mientras esperas un concierto, o comprarle una camiseta directamente al cantante de la banda que has ido a ver.

En relación al año pasado se han notado mejoras en el Sonic Blast, empezando por el propio camping que se había habilitado un día antes de la fiesta de presentación y que estaría abierto hasta un día después de finalizado el festival. Ya no se encontraba pegado al recinto pero si muy cercano, a menos de 5 minutos andando y por fin con duchas y agua corriente dentro del mismo camping. Más baños, que se limpiaban diariamente, puntos de agua y jabón repartidos entre los frondosos árboles que daban sombra, pero sobre todo un buen ambiente de camaradería que hacía todo más llevadero para quienes no pudieron conseguir hostal o pensión en Âncora.

Siempre hay espacio para mejoras en todos los festivales, y el Sonic Blast no escapa a ello. Ampliar el aforo del festival ha hecho que quizás hagan falta más aseos dentro del recinto, más puntos de descanso y sombra, más mesas y sillas en la zona de restauración, que se habilite un pago cashless en lugar de los tokens (y más personas en taquillas para evitar largas colas), o nimiedades como más opciones dentro de la barra para poder refrescarnos o intoxicarnos más allá de la música.

Ahora, algo en lo que ha puesto principal atención el festival desde su primera edición y que ha ido solo mejorando cada año es en el sonido. Sonic Blast es un festival para amantes de la música, no es un festival donde uno viene a simplemente recrearse o pegarse la fiesta mientras tiene música de fondo, el asistente del Sonic Blast demanda unos mínimos en cuanto a sonido y los organizadores lo saben. Amigos técnicos que han trabajado en esta edición nos han confirmado que el Sonic Blast ha invertido más dinero en mejorar este aspecto en 2023, y tanto los dos escenarios principales como el pequeño de la carpa fueron la envidia de cualquier festival español.

Sin duda estamos ante otro tipo de festival, uno donde primero prima el sonido y todas las bandas suenan de escándalo, y donde da igual que uno toque a las 2 de la tarde ya que gozará de cientos de personas hambrientas de música. Para los músicos se trata de un festival muy agradecido, con cientos sino miles de personas en todas las actuaciones, desde las primeras hasta las últimas de cada jornada, y donde la gente más allá de criticar parecer ir predispuesta a descubrir y disfrutar. Es por eso que las bandas españolas, que no son pocas, están dispuestas a atravesar la Península y pegarse horas de carretera ya que al final todo vale la pena. Es una experiencia que también se extrapola al público, que viene desde Estados Unidos o Australia para vivirlo en sus propias carnes.

WARM UP – MIÉRCOLES 9 DE JULIO

Tras colocar la tienda, recoger las acreditaciones, pillar tokens y una pequeña charla amena con los Ricardos del festival (Ricardo Rios, su organizador, y Ricardo Rodrigues del departamento de prensa a quien agradecemos su hospitalidad), llegamos a tiempo en una abarrotada carpa para ver a los malagueños Plastic Woods bajo un manto de estrellas. La música de esta joven banda es todo lo que está bien sobre el Sonic Blast, con su dosis de rock, de psicodelia, de stoner, y también de folklore. En sus 50 minutos dieron un repaso a sus dos álbumes ‘Ícarus’ y ‘Dragonfruit’, tuvieron colaboraciones como la de Antonio Campos Del Pino de Red Eye y consiguieron unir a todo el festival en un gran aplauso que sabe a qué repetirán pronto en otra edición.

Desde Sudáfrica llegaban Ruff Majik, una divertida banda de rock n´roll que lleva menos de 10 años en activo pero que con títulos como “She’s Still A Goth” y un fuerte sonido revival se lograron ganar nuestros corazones, también gracias al estupendo trabajo de su voz y líder Johni Holiday.

No paraba de entrar gente al recinto y nadie quería perderse nada, así que sobre medianoche hacen aparición Scatterbrainiac. El punk es un estilo que ha ido metiendo cabeza de a poco en el festival y hoy encuentra sus huecos fijos, causando sensación como esta banda de Oporto que además presenta ramalazos de synth e indie pop en canciones de menos de 2 minutos.

Los también portugueses Nagasaki Sunrise nos derritieron la cara con su abrasivo thrash metal y hardcore americano ochentero de tinte bélico, con un sonido feroz que dio gasolina a los incipientes pogos que se desataban ya de madrugada en el escenario pequeño. Una buena descargar de adrenalina antes de marcharnos al camping, y es que todavía queda mucho Sonic Blast por delante.

JUEVES 10 DE AGOSTO

Como hemos dicho antes, el público del Sonic Blast es bastante agradecido y poco antes de las 3 de la tarde ya había bastante público para ver a Desert’Smoke abrir oficialmente el festival. La banda de rock psicodélico instrumental de Lisboa despertó ovaciones mientras iba desgranando su ‘Karakum’ de 2019, con canciones contemplativas y poderosas. La sensación Etran De L’air llegaba directo desde el Sahara, y ahora comprendemos como llevan siendo una de las bandas más solicitadas para bodas y bautizos en su zona. Este trío de guitarras del Niger puso al festival entero a bailar, con sonidos monolíticos que los llevaron al mismo desierto.

Un retraso en los vuelos hizo que las Death Valley Girls no pudiesen tocar en su hora y en su lugar lo hiciesen los daneses Mythic Sunship, con los rayos del sol todavía pegando muy fuerte. Quizás algo deslucidos por  la gran cantidad de luz, igual pudimos gozar de las vibras cósmicas de una de las bandas más aclamadas actualmente de la psicodelia europea, que centró su set en su nuevo ‘LIGHT/FLUX’ de 2022.

No entendemos muy bien el orden de programación de conciertos, y una miticada como Sasquatch hizo acto de presencia poco después de las 5 de la tarde  por debajo de otras bandas de menor repercusión en la escena stoner. Los californianos, en activo desde 2001, venían con el batería Craig Riggs de Roadsaw y dieron una lección contundente de stoner rock tradicional vuela pelucas. Rock setentero con distorsión y un cruce bastardo entre Melvins y Black Sabbath.

No es fácil ver a los ingleses Crippled Black Phoenix en la Península, la última que recordamos es de un Kristonfest en Madrid hace ya varios años, y por eso no quisimos faltar a la cita de este supergrupo de post-rock. El año pasado habían publicado ‘Banefyre’ con ritmos progresivos y había muchas ganas de ver que nos presentaban, por lo que fue una grata sorpresa el que Justin Greaves siga siendo tan experimental en directo como en estudio. Una gozada incluso en su versión de “She’s In Parties” de Bauhaus y directo al avión que todavía les quedaba el Brutal Assault en Praga.

No será por bandas californianas en esta edición, el peligroso quinteto SPY lo escupió todo en el Sonic Blast y en 40 minutos dieron salida a 13 canciones con las que el público no paró de hacer mosh y crowdsurfing. Casi actuando de cabezas de cartel pero todavía con bastante luz, Lori S. sacó sus 6 cuerdas para dar uno de los conciertos más corrosivos e íntimos del jueves, con sus Acid King que venían a presentar ‘Beyond Vision’ tras más de una década de parón en el estudio. Eran de las pocas representaciones de doom metal de esta edición, y esta nueva formación no defrauda. Lori sigue llevando las riendas, y desde la primera “One Light Second Away” hasta la final “Sunshine And Sorrow” aquello fue un festín de stoner metal doomero bañado en ácido.

Death Valley Girls ya se encontraban en el recinto pero con una baja, la de su vocalista que no pudo tomar un vuelo y tuvo que ser reemplazada por la bajista Alana. También les echaron un cable desde Frankie And The Witch Fingers y pudieron sacar el concierto adelante. Ya con el manto de estrellas sobre nosotros salían al escenario los cabezas de cartel OFF!, el supergrupo de hardcore punk con el ex-Circle Jerks y Black Flag Keith Morris a la voz. Llevan en activo desde 2009 pero parece una eternidad, y las canciones de ‘Free LSD’ eran recibidas como himnos míticos de otra época. Ninguno de los conciertos de este festival se vivió con tanta violencia.

Cambio de ritmo para calmar las aguas con el rock progresivo y vintage de los suecos Hällas, una banda capitaneada por Tommy Alexandersson y que tras sus capas se nos antojan como una versión más coherente e interesante que Ghost, donde prima más ese prog 70’s y el hard rock siniestro que las pintas. No faltaron sus éxitos “Carry On” o “Star Rider”, con un cierre espectacular de “Hällas” haciendo un set de diez.

Nada nos podía preparar para el sonidazo que arrancarían Kadavar en el escenario principal, y es que parecía pura magia lo que salía de las PA. Hoy ya cuarteto con el ingreso del guitarrista Jascha Kreft, se nota ese especial punch ahora siendo dos guitarras que ya logran quitar algo de protagonismo al baterista Tiger Bartelt. Nos ahogaron en un viaje sonoro que nos dejó perplejos, con ese sabor tan retro y psicodélico en “Die Baby Die”, “Come Back Life” o “Last Living Dinosaur”. Justos líderes de la escena retro psych más mainstream, tienen que darle un aumento a su técnico de sonido y luces por aquella maravilla que nos regalaron.

Para nosotros la noche acababa con Deathchant, la banda de Los Angeles que repetía tras su participación en 2022. Mucho más rápidos y bastardos que el resto de las bandas de psych del cartel, su estridente y sencillo rock casi motero se vio algo deslucido por usar en directo el mismo efecto de voz que en el estudio, algo casi inaudible y que termina por cortar la experiencia. De nuevo a refugiarnos en la tienda mientras nuestros vecinos de camping quieren exprimir la noche hasta sus últimas gotas de oscuridad.

VIERNES 11 DE AGOSTO

¿Os he contado que la cerveza del Sonic Blast no emborracha apenas? Refresca e hidrata, sí, pero lo que es emborrachar le cuesta. Nos tuvimos que echar unas cuantas antes de empezar la jornada con Weedpecker, quienes abrieron el escenario pequeño y cuya recomendación nos venía de parte de Nick di Salvo de Elder quien había tocado con ellos en su primer concierto como grupo. La banda de Warsaw hace una mezcla entre psych rock y metal, y a juzgar por la cantidad de gente viéndoles y el recibimiento de los temas de los hermanos Dorby, lo suyo ya es algo consagrado y establecido.

Los californianos Monarch nos traían algo de ritmos sureños muy característico de El Paraiso Records. Tres guitarras para este quinteto que bien pueden recordar a los Allman Brothers o Lynyrd Skynyrd más fumados de la cuenta, lo suyo fue goce puro al ritmo de las canciones de ‘Beyond The Blue Sky’. El festival entero se rindió a los griegos Naxatras y su hard psych instrumental que bañó de grooves gordos y melodías de ensueño el suelo de Âncora. Lo mismo pasaría con las jams de los holandeses Temple Fang y su sonido espacial que se alargaba hasta el infinito que nos sorprendió por su gran cantidad de recursos.

¿A quién no le puede gustar Greenleaf? Formados a finales de los 90’s por uno de los pilares de Dozer como es Tommi Holappa, los suecos son mucho más rockeros que stoner pero se tienen ganada a toda la escena a base de singles redondos y la poderosa actuación sobre las tablas de Arvid Jonsson. Acaban de reeditar en vinilo ‘Trails And Passes’ y eso se notó en su set en el Sonic Blast, donde gozamos como cochinos en el lodo.

Usar “Love Has Passed Me By” de Kyuss como prueba de sonido fue toda una declaración de intenciones de Nick Oliveri y sus Mondo Generator, quienes tal cual apisonadora pasaron por encima de todos quienes estaban llenando el escenario dos del Sonic Blast. Con su proyecto más punkarra y gamberro, nuestro calvo favorito tuvo amplio margen para tocar canciones nuevas como “Death March” así como darse el gusto con clásicos de su repertorio y versiones de QOTSA como “You Think I Ain’t Worth a Dollar, but I Feel Like a Millionaire”, aunque la más celebrada fue “Green Machine” de Kyuss.

A Scowl le bastó 35 minutos de set para demostrar por qué son la banda de moda de la escena hardcore americana. Los de Santa Cruz, liderados por Kat Moss, pusieron patas arriba el Sonic Blast con canciones cortas y pegadizas, incluso con una versión de “99 Luftballons” de Nena que fue recibida entre pogos y gente volando. Intenso, como llegarse en esos momentos a los aseos del festival. Tuvimos que sacrificar al cabeza de cartel Thurston Moore para reunir fuerzas, y es que el doblete Frankie And The Witch Fingers y Elder prometía bastante.

Frankie llegaba desde Indiana con un montón de temazos redondos de rock psicodélico que llevan macerándose ya una década, pero el concierto de la jornada se lo llevarían los americanos afincados en Berlín Elder. Es todo un misterio como aquello pudo sonar tan bien, y con una fina capa de lluvia cayendo, el baterista Georg Edert marcaba los ritmos para que “Sanctuary” empezase a formar lágrimas en nuestros ojos ¿Se puede conseguir un set perfecto? Elder lo consiguieron con “Compendium”, “Merged In Dreams”, “Halcyon” y un sublime “Gemini” de postre. No había nada más que ver, aquello era inmejorable.

SÁBADO 12 DE AGOSTO

Ducha fría en el camping para despertarnos, incursión en el pueblo (que pilla a menos de 10 minutos andando desde el recinto) para degustar sus delicias y mezclarnos con los locales, y llegamos a tiempo a la última jornada del festival para ver empezar el set de los italianos The Black Rainbows. Son ya casi 20 años los que lleva este trío sobre sus espaldas, y eso se nota en su marcado sonido fuzzero donde no hay sitio para fallos. Con un deje mucho más duro que en sus inicios, nos alegraron la tarde y nos regalaron una versión del “Black To Comm” de MC5.

La vena folk vendría de manos de los de Long Beach Spirit Mother, flanqueados por dos violines y dando rienda suelta a ese heavy rock de sonidos más analógicos que contemporáneos. La dinámica de su set y las canciones de ese ‘Cadets’ de 2020 levantaron un muro de sonido que fue muy bien recibido por todos. Earthless harían lo mismo desde el escenario principal, interpretando al completo las dos partes de “Night Parade of One Hundred Demons” donde Mario Rubalcaba se salió del pellejo.

A Place To Bury Strangers se tienen bien merecida la fama de la banda más ruidosa de Nueva York, y dieron bien la nota en el Sonic Blast no solo arrojando guitarras al aire y destrozándolas, sino también mezclándose entre el público con sus instrumentos para una especie de ritual donde el chamán Oliver Ackermann dirigía el cotarro. Era el último concierto de su gira europea y se lo pasaron en grande, cascándose hasta 11 canciones (que adquieren totalmente otro sabor en directo) y dejando en éxtasis a los presentes. Puede que sean la banda más energética que te vas a encontrar en directo, y la de mayor poder destructivo.

Nunca viene mal un poquito de sludge por la tarde, y la institución NOLA que son Eyehategod trituraron cráneos durante la docena de canciones de sufrimiento y nihilismo que cayeron de manos de Jimmy Bower y Mike IX Williams con un notable alto. The Black Angels eran los cabezas de cartel del sábado y se notaba en el recinto abarrotado, sin duda la jornada con más público de todas y con la banda más “mainstream” dentro de la psicodelia. Con canciones en series y videojuegos, ese garage rock neo psych caló profundo en la noche de Âncora, aunque no dejo de pensar que proyecciones aparte, los de Alex Maas dieron un concierto correcto y poco más.

Mucho más espectáculo nos esperaría después con los japoneses Church Of Misery. Ese doom sabbathero sobre asesinos en serie hizo que moviésemos la cabeza sin parar, con el bajista Tatsu Mikami animando sin parar, y con el regreso de su vocalista estrella Kazuhiro Asaeda clavándonos el cuchillo en cada tema. Sublimes.

Lo de los suecos Dozer tuvo más sabor a cabeza de cartel que The Black Angels, y ese recibimiento desde la primera “Big Sky Theory” lo confirmó. La gente no paró de hacer crowdsurfing durante las 10 canciones de “stoner de manual” que tanto se critica pero tanto gusta, y ni siquiera el vocalista de Greenleaf se resistió a salir en un par de canciones  para oficiar de presentador de una gala que celebraba su retorno al estudio como algo triunfal.

El final del festival tuvo acento español con las representaciones de Lunavieja y El Altar Del Holocausto, donde ambos sets fueron una experiencia espiritual que cautivó almas. Sobre todo el de los malagueños Lunavieja, quienes repetían, pero en esta ocasión de noche y con el despliegue total de su cuidada producción. Una oportunidad de oro para presentar nuevas canciones que estarán en su próximo lanzamiento, dar una visión a ese lado más folk andaluz que están destilando de a poco, y consagrarse con temas tan redondos como “Mal De Luna” o ese baño de masas que supuso “La Güestia” para un público totalmente en trance.

El Sonic Blast 2023 ha sido una experiencia muy grata. Sus parroquianos llevan años diciendo que puede que se trate de las últimas ediciones donde uno puede disfrutar de ese espíritu libre y caótico que caracteriza a un festival underground temático, y es que nadie puede frenar este crecimiento ya inevitable. Por el buen trato con el público, su excelente sonido, su cuidado cartel y por su maravilloso pueblo, Sonic Blast sin duda es la meca europea a la que queremos peregrinar cada año. Guarda las fechas de 2024: del 07 al 10 de agosto.