Texto: X.F. Remorse / Vic Granell (crónica Opeth)
Fotos: Vic Granell
Un día después del concierto en Madrid llegaba a Barcelona, o a Badalona para ser más exactos, la gira Progressive Nation, la segunda y última de las fechas en España de un cartel sumamente interesante. Opeth y Dream Theater, aunque no siempre tienen un público coincidente (lo cual hizo quizás que la entrada fuera menor de la esperada) tienen el denominador común de ser dos grupos de difícil escucha pero cuya popularidad crece día tras día. Y esto, para una banda progresiva, es un mérito enorme.
Abrieron a las 18:00 en punto los Unexpected grupo causó cierta estupefacción entre los asistentes. Una banda de siete miembros incluyendo una cantante que alternaba voces guturales con operísticas, un violín y un bajo de ocho cuerdas, entre otros, creaban un espectáculo visualmente chocante, y musicalmente no se quedaban atrás: tocaron prácticamente todos los estilos conocidos en unos ritmos imposibles que dejaron descolocado al respetable. El sonido fue muy enmarañado y sin duda tienen personalidad, aunque mucha gente se preguntó qué hacía ese grupo dentro del cartel, si no fuera por su vertiente progresiva, entendida ésta como riffs caóticos, música impredecible y técnica al instrumento; no en vano el batería era muy destacable.
Y de un grupo ecléctico a un grupo cuyo estilo era mucho más puro. El paso de Unexpected a Bigelf fue como si se acabara el período rococó y empezara el neoclasicismo, haciendo un símil artístico. Bigelf, así, volvió a las “esencias” del rock: un guitarra, un bajo, un cantante (eso sí, con dos teclados) y una batería simplísima, con un solo timbal. Musical y estéticamente herederos del rock setentero, especialmente de Deep Purple pero sin su virtuosismo, Bigelf realizó un concierto muy entretenido y efectivo, dejando al público complacido y más después de que Mike Portnoy se uniera a ellos en un tema. Rock añejo, pintas más añejas aún (crucifijos a lo Iommi, pantalones acampanados, americana de terciopelo morado…) y un estilo directo que viene a demostrar la heterogeneidad del señor Portnoy en cuando a sus gustos musicales.
Con el estadio ya a un 60 o 70% de su capacidad, Opeth aparecieron en escena interpretando un tema que probablemente nadie esperaba como apertura: Windowpane, del melódico Damnation. Sorpresa inicial, muy falta de energía para comenzar y tempo lento que nos avisaba ya, en parte, de lo que pasaría en el resto del concierto. Al finalizarla, Akerfeldt ya anunció que no es muy representativa de su música e hizo público su satanismo. Tras esta introducción pasaron a Lotus Eater, de su último trabajo, con su característico pasaje jazz-funk nunca antes visto en la banda. Con su clásica puesta en escena algo tímida (excepto por el bajista Martin Mendez), cayó una nueva sorpresa: Reverie / Harlequin Forest, un tema del Ghost Reveries que no habían tocado en vivo para dar espacio a los más duros del álbum. El setlist se iba tejiendo para mostrar más parte de la cara suave de Opeth y probablemente, adaptarse así a un cartel y un público poco dado al death metal. April Ethereal fue muy bien recibida por las y los asistentes, una gran abandonada en directo del My Arms, Your Hearse. Akerfeldt siguió con su típico hablar tranquilo, bromista y soberbio y, ante las risas del estadio dejó caer un “I know I’m a genius”.
Qué rabia… Opeth son ya un grupo de primer nivel dentro del metal europeo, en EEUU se lo están comiendo todo, crearon una combinación de estilos original y efectiva, tocada a la perfección en este y en tantos conciertos, pero parece que al jefe se le han subido demasiado los humos… Tocar Deliverance (de 13 minutos) con tan sólo una hora de repertorio pudo ser un error, pero en un festival progresivo como este no parecía que la duración de los temas fuera un criterio para tocarlas o no. Se agradeció, sin duda, como la pieza más potente de la noche (teniendo en cuenta sus dinámicas y pasajes arpegiados limpios). Para acabar, Hex Omega, tema final del reciente Watershed, no tocado hasta esta gira, y también característico por ese aire rockero de los 70 y la ausencia de voces guturales.
Sinceramente, esperaba que el tercer bolo de los suecos que veíamos en diez meses no nos sorprendería mucho, pero en este sentido fue perfecto: no repitieron más que un tema de los que cayeron en la gira del Watershed (que pudimos presenciar en la sala Apolo de Barcelona y en el Summer Breeze). Seis canciones, entre las cuales encontramos brillantes outros con compases de amalgama, una hora de gran calidad interpretativa pero intensidad más bien media y entrega al público, como siempre, cogida con pinzas.
Pocos minutos después de las 22:00 entraba escena el plato fuerte de la noche, Dream Theater. Se trata de una banda que ha sobrepasado el estatus de grupo “elitista” encuadrado dentro de un género minoritario, para erigirse sin duda en una de las bandas más grandes de la historia del metal. Y supieron responder a esta condición con un espectáculo total, es decir, no sólo aportando calidad a nivel musical si no también, como muy bien nos tienen acostumbrados, ofreciendo un buen show en su aspecto audiovisual: pantallas, buen sonido y escenografía sobria pero efectiva. El repertorio escogido tuvo diferente acogida, aunque se podría considerar que a la mayoría de gente le satisfizo bastante. ¿Qué pasaría si en un concierto Metallica no tocara nada ni del Master of Puppets ni del Ride the Lightning? Seguramente el público no quedaría muy contento. Dream Theater no tocó nada ni del Images & words ni del Awake, y aún así la gente, por lo general, quedó bastante contenta. El set-list se compuso de sólo siete temas, porque predominaron las canciones largas, cuatro de los cuales pertenecían a álbumes posteriores al Six negrees of inner turbulence…es decir, los discos más “actuales”.
Abrieron con A nightmare to remember, un extenso corte con el que empieza su último trabajo, “Black clouds & silver linnings” y que gana con las escuchas. Quizás es un tema demasiado largo para empezar un concierto, pero es que Dream Theater rompe moldes y las sorpresas pueden ser constantes. Este tema fue sin duda bien acogido por la audiencia. Continuaron con el siguiente track del álbum, A rite of pasage, un tema más “fácil” y que no parece ser del gusto de los fans más acérrimos.
Un pequeño solo de guitarra introducía las notas básicas de Hollow years, la única concesión de la banda a un tema de la anterior década. Se podría afirmar perfectamente que en este tema del Falling into infinity se vivieron algunos de los momentos más emocionantes del concierto: por la emotividad con que fue ejecutado y, supongo que también, porque la gente quería empezar a oír clásicos, después de dos temas nuevos. Sin duda Hollow years fue, sino el que más, sí uno de los momentos más brillantes de la noche.
Le siguió un solo de teclado, en el cual se puso por enésima vez de manifiesto que Jordan Rudess es de otro mundo (por si a alguien no le había quedado claro aún) y continuó el concierto con Profeths of war, un tema inédito en sus repertorios anteriores, y es que no la habían tocado en el tour de presentación de su penúltimo disco, “Systematic Chaos”. No es de los mejores temas del álbum, pero contiene un riff muy efectivo y unos coros en el estribillo ideales para ser cantados en un concierto.
Le siguió Sacrificed sons, del Octavarium, un tema épico aunque quizás demasiado largo para un concierto tan corto. Las imágenes del 11-S proyectadas en la pantalla complementaban perfectamente la música y la temática de este tema dedicado a los héroes caídos en el ataque de la torres gemelas del 2001.
Los que conocían el set-list de Madrid quizás esperaban ahora un clásico como Pull me under. Y, siguiendo su línea de no dejar de sorprender, Dream Theater atacó un tema en las antípodas de la “comercialidad” (muy relativa, por supuesto) que es el famoso single del Images & words: la banda neoyorquina sacó su lado más técnico y virtuoso con The dance of eternity, un tema instrumental de su celebrado Metropolis Pt.II: Scenes from a memory. Éste es el típico tema que deja embobado a la gente porque su nivel de virtuosismo es superlativo. Es difícil discernir la mirada; si te centras en observar uno de los componentes del grupo te dejas los otros tres; por suerte, en momentos así la pantalla se partía en cuatro partes, para poder gozar de los cuatro componentes a la vez, y ese es un detalle de agradecer.
El siguiente en caer sería In the name of God, última canción del Train of thought que, como bien saben aquellos que han visto el DVD “Live at Budokan”, gana muchísimo en concierto. El solo de teclado y guitarra es suprahumano y una auténtica gozada poderlo ver en vivo, mientras que el final es apoteósico y, a pesar de un tema largo, muy bueno para el directo, puesto que permite hacer unos coros épicos hacia el final.
El bis de la noche fue la última de las canciones de su último trabajo, la larguísima The count of Tuscany, un tema que sintetiza tanto el estilo como las influencias de Dream theater: un inicio tranquilo y elaborado, una estrofa melódica y cañera a la vez, un solo muy técnico, una parte intermedia que recuerda a los largos pasajes del rock progresivo del que tanto beben y un final muy sentido, que entra con la guitarra acústica y va subiendo de intensidad hasta un nivel magistral. Un buen final para un concierto con pocos pero largos temas, en el que Dream theater, a pesar de que quizás no brindó las típicas sorpresas a los que nos tiene (mal) acostumbrados, demostró su inmensa calidad e intentó contentar a su variado público ofreciendo un set list equilibrado entre su vertiente más metálica y su vertiente más progresiva; un repertorio variadísimo de riffs duros, coros épicos, solos virtuosos y pasajes instrumentales envolventes. Quizás no fue su mejor concierto en nuestro país, pero realmente es difícil que este grupo dé un mal espectáculo.
FOTOS: http://www.goetiametal.com/cronicas/progressivenationbcn.html