Por Mary Carmen Lozano
No estoy exagerando cuando digo que más de uno se llevó las manos a la cabeza cuando leyó que Luca Guadagnino iba a realizar un remake de Suspiria, no en vano estamos hablando de una de las piezas claves en el género giallo y la obra maestra de Dario Argento. Luca opta por querer realizar una versión más política de la historia y aquí viene el primer de los grandes peros del filme y la gran oportunidad perdida. Nos introducen de lleno en la Berlín de la posguerra, en las miserias de la división del muro e incluso vemos el aquelarre dividido entre dos posibles matriarcas… pero todo queda en nada. Pequeñas pinceladas y un enfoque muy superficial.
En esta ocasión la encargada de adentrarnos en la prestigiosa academia de baile es Dakota Johnson y nos aporta una versión más erótica de Susie. La protagonista ha perdido toda la inocencia y se entrega por completo al que parece ser su destino. Las escenas de danza son una delicia y sin duda lo más mágico de toda la película. Y es que nos encontramos con una casa donde gobierna un aquelarre lleno de señoras chillonas a las que a veces les da por cometer asesinatos y que debemos creernos que son brujas. Pero ni inspiran terror, ni hay brujería y el color rojo brilla por su ausencia. La diabólica y loca pesadilla que Argento tanto apoyó en el color del filme había quedado en el olvido.
Y no hablemos de una actriz tan camaleónica como Tilda Swinton que podría haber realizado un papel espectacular como candidata a matriarca en disputa, un personaje que podría haber derrochado feminidad, maldad y sensualidad por partes iguales, se queda plano y sin rumbo durante toda la cinta. Tenemos que ver el talento de Tilda brillar en el papel del doctor Josef Klemperer, el pobre viejete que también acaba siendo víctima de la compañía de baile. Me quedo corta el decir que prácticamente nadie se enteró que lo interpretaba Tilda.
La cinta sigue su curso sin pasión, al ritmo de los tambores y la danza de las bailarinas, mientras poco a poco las sucesoras de Helena Markos –a la que no vemos hasta el final de ésta y de manera lamentable–van sucumbiendo al delirio y esquizofrenia o en su defecto, les rompen los huesos uno a uno. De fondo, una banda sonora preciosa, pero que no te atrapa, no cautiva y por supuesto no te embruja.
Parece que esté destrozando el filme por completo y no es mi intención, solo que las expectativas estaban altas y si bien Luca es un director digno de admirar, las comparaciones son odiosas y aquí hay que reconocer que la batalla estaba perdida desde un principio. Al final esta versión de Suspiria no hay que recordarla como un remake, si no como esa hermana a la que, inevitablemente, los padres acaban prestando menos atención que a la otra, porque, por a por b, es distinta. Tiene otros talentos, es más sofisticada, pero no es la niña de nuestros ojos.