Por Nekrokosmos
Ha habido mucho hype en las últimas semanas sobre lo que iba a hacer Netflix con su nueva película ‘Metal Lords’, en la que el propio Tom Morello de Rage Against The Machine estaba como productor ejecutivo. El tráiler prometía al menos diversión, pero si eres de los que la ha visto es posible que lo mejor de la película ya lo hayas visto en el tráiler.
Disfrazada como una película de metal para atraer a los más ingenuos, Metal Lords no deja de ser una comedia romántica de adolescentes en un instituto norteamericano, con todos los clichés que te puedas encontrar y todos juntos a la vez arrojados a la cara del espectador. No podemos negar que la parafernalia metalera que vemos en pantalla (posters, camisetas, instrumentos) es genial, así como una banda sonora impresionante o unos cameos de lujo, pero todo ello no la salva de ser una película que termina siendo ñoña. Lo que vendría a ser una “americanada”, en la cual han cortado todos los excesos y la chicha para que pudiese tener la certificación “para todas las edades”.
Para ser justos, hay ciertos momentos en los que Metal Lords tiene ciertos cortes emocionales y momentos raros en los que recuperamos la fe en la humanidad. Va sobre un baterista inseguro llamado Kevin que es arrastrado al mundo del metal por su amigo Hunter. Juntos están decididos a tocar en la Batalla de las Bandas de su instituto, pero no tienen un bajista. Ahí empieza la historia de amor de Kevin con Emily, una cellista a la que Hunter no acepta para formar parte de su grupo Skullfucker.
Todos los personajes, Kevin, Hunter y Emily, más los secundarios, son los típicos de las comedias juveniles de los últimos 30 años: el pardillo que quiere pertenecer a los niños molones, el rockero paria, la muchacha tímida que sufre una transformación espectacular al final del film. Lo salvable está en visualizar los problemas mentales a través del personaje de Emily, o la lucha eterna de Kevin por unirse a una banda de versiones popular o seguir el sendero del metal. Eso y que “Machinery Of Torment”, la canción en la que trabajan durante toda la película, es una canción cojonuda.
Hunter, el personaje con el que más deberíamos identificarnos, es quizás el peor y el más forzado. Cumple con los clichés de guitarrista odioso, un idiota con las mujeres, blanco fácil de los abusones, y jugador temible de Mazmorras y Dragones. Su evolución hacia la madurez en los minutos finales no se siente realista ni natural, y estoy seguro de que ningún metalhead hoy en día, tenga la edad que tenga, sea un fiel reflejo de lo que nos quieren mostrar en Hunter.
Corpsepaint con Zeal & Ardor de fondo, portadas de Celtic Frost, camisetas de Meshuggah y mucho de Black Sabbath, son solo placebos de una película que en lugar de pertenecer a 2022 parece estar hecha para haberse publicado en 1989. Entiendo que intenta mostrarnos el viaje de un joven al descubrir el poder de este tipo de música, pero falla estrepitosamente. Para indicaciones de cómo hacer este tipo de películas por favor diríjase a Detroit Rock City o Deathgasm.