Por José A. Luna
La sátira de superhéroes de Amazon Prime Video eleva sus niveles de locura para ofrecer uno de los programas de televisión más impactantes y gráficos de los últimos años. Si los demás shows te parecen algo descafeinados y poco atrevidos, la temporada 3 de The Boys es todo lo que estabas soñando y ´mas. Durante las dos primeras temporadas, The Boys ha satirizado la obsesión de Occidente con los superhéroes, y cuanto más avanza el espectáculo, más se convierte en un espejo horriblemente preciso de la América moderna. Pocos programas entienden la naturaleza sórdida de la adoración de héroes.
Cualquier otro drama habría repetido el truco que hizo que su segunda temporada fuera un éxito mayor que la primera, pero no The Boys y el director Eric Kripke. El sexo, el gore, las drogas y la violencia aumentan al máximo, desde el primer plano hasta el último.
La temporada 3 de The Boys se centra en rencillas y venganzas entre Butcher y Homelander, dejando en el banquillo a A-Train y Queen Maeve (Dominique McElligott), aunque The Deep (Chace Crawford) recibe una trama memorable que no tiene nada que ver con nada que hemos visto antes. Tal vez sea un perjuicio para el resto del elenco que muchos de ellos parezcan rechazados a favor de dos hombres blancos y heterosexuales, o tal vez eso es exactamente lo que hacen todas las franquicias de superhéroes.
The Boys se mantiene firme en sus temas y motivos. Si bien se explora más a fondo la complicada historia de Estados Unidos con el fascismo, junto con el tema principal de las relaciones entre padres e hijos, esta tercera temporada también habla sobre los extremos a los que debe llegar la gente buena para derrotar al mal. Esta es claramente una pregunta que surge de las frustraciones políticas de la vida real.
No todo es oscuro y político. The Boys también incursiona en los reality shows (usando un programa al estilo X Factor para encontrar un reemplazo para Stormfront), videos virales y éxitos de taquilla de superhéroes.
La temporada 3 de The Boys es realmente una obra maestra de la sátira política y de la cultura pop, pero también un drama de acción atrayente por derecho propio. A veces es una mirada sutil de Antony Starr (quien merece más elogios de los que ha recibido) o una nueva versión precisa del infame video viral “Imagine” de Gal Gadot, pero esto hace más en una escena de lo que logran episodios completos de otras parodias nocturnas que puedas encontrar por ahi. El guión es increíblemente preciso con cada personaje completamente desarrollado, incluso si no hay suficiente tiempo para pasar por cada uno de ellos, y cada episodio está cargado de muchos giros y vueltas fantásticos que no te dejarán indiferente.