Por X.F. Remorse.
El tercer (y, según la entrevista publicada en esta web) último disco de la saga “Iconoclast” de los alemanes Heaven shall burn es, como alguien dejó escrito, también en este portal, un auténtico “pepinazo”. Un pepinazo, sí, pero (relativamente) accesible para el metalero “medio” si consideramos que tiene su dosis de melodía: melodía no entendida en el sentido más estricto, sino entendido como todo lo melódico que puede llegar a ser un disco de metalcore. Es decir, si nos pusiéramos en plan matemático y dibujaráramos un diagrama donde la variable horizontal fuera “nivel de tralla” y la vertical fuera “nivel de melodía”, Heaven shall burn se situaría en una posición donde se podría decir que es lo melódico que puede ser un disco de metal tan extremo, sin perder su categoría de “extremo”. O, para entendernos y buscar referencias, los álbumes de death clásico de, por ejemplo, los Death de los ’90, o los álbumes de death melódico de los In flames también de esa época, serían más melódicos, pero menos tralleros.
No he puesto estos dos ejemplos en vano: Heaven shall burn beben de una fuente lejana situada en Florida y de una fuente cercana situada al norte de su país, en Escandinavia, junto con los sonidos metálicos modernos provenientes de norteamérica. El pepinazo propiamente que es Invictus empieza con la intro de rigor para pasar a The Omen, el single del álbum y que contiene todos los elementos musicales característicos no sólo de todo el disco sino también del género metalcore en general, que se podría definir como una mezcla de hardcore y death metal. Estas características musicales definen el estilo de los germanos y se basan en una voz gutural sin concesiones y unas guitarras gravísimas pero que a su vez arrojan riffs (de vez en cuando) melódicos (ya hemos descrito qué tipo de “melodía”) es.
Otra característica, de este tema pero también de todo el disco, es que la batería se basa en dos tipos de grooves. Por un lado, tiempos lentos o medios tiempos donde predomina más el plato que el hit-hat, en una forma de tocar este instrumento muy estridente, característica muy moderna que me atreviría a decir que inauguró de algún modo Igor Cavalera a principios de los ’90 y que en cualquier caso incitan al típico movimiento de headbanging de todo fan del metalcore: la cabeza en círculos relativamente pausados. Por otro, un tiempo más rápido pero donde el primer golpe es de caja, no de bombo, y el doble-bombo es totalmente una ametralladora. Ambos grooves dotan a este estilo de una de sus características esenciales: predomina la potencia sobre la velocidad, los temas nunca son extremadamente rápidos (aunque en este Invictus hay tres momentos de “blast-beats”), o no dan esa sensación, y en cambio sí son muy “machacones”.
Pero dejemos las cuestiones técnicas. The Omen, como hemos dicho, marca estilísticamente todo el disco, con un riff principal muy bueno. Combat, el tercer corte, no es tan interesante, mientra que el estribillo de I was I am I shall be tiene un aire 100% Dark Tranquillity. Quizás Buried in forgotten grounds sea el mejor tema del disco, con un riff principal muy inspirado y muy melódico y que contrasta, como hemos dicho, con las voces guturales y la bateria “a todo trapo”. Este tema contiene además el único momento de respiro de todo el álbum si exceptuamos la intro y la outro, con una parte intermedia muy tranquila. El siguiente tema, Sevastopol, también tiene un riff melódico característico, siendo también uno de los mejores cortes del disco. A partir de ahí, el álbum afloja un poco. Los riffs ya no están tan inspirados y uno tiene la sensación de cierta repetición. Ciertamente, hay que ser un fan absoluto del género para poder apreciar y disfrutar bien todos los temas. Excepto Against bridge burners, las otras canciones no están al nivel de las primeras.
En definitiva, un muy buen álbum de metalcore, no apto para todos los oídos aunque si no se está muy metido en el género se puede disfrutar gracias a que cada tema contiene al menos un riff “melódico” y muy inspirado. La monotonía que supone el hecho de que no haya ningún solo, a lo que se une que tampoco se puedan disfrutar las líneas vocales, sumado al hecho de que los últimos temas bajan un poco el nivel, resta décimas a la puntuación que le daríamos al disco, pero no por ello deja de ser un trabajo notable con una producción muy contundente.