Texto: Vic Granell
Videos: YouTube
Empezamos mal. Nuestra cámara no supera el control de seguridad y, tras un baile entre la lejana taquilla y la entrada, parece que no nos han concedido photopass y los pocos que había están reservados ya. Además, el grupo ha pedido explícitamente que no se grabe la actuación con ningún medio desde el público, (incluso se está obligando a dejar las cámaras compactas en consigna), cosa que se confirmará con un anuncio por altavoces antes de que Porcupine Tree salgan a escena. Resultado: además de no tener fotos propias de la actuación, llegamos tarde al concierto de Stickmen. Pero dejémonos de lamentos y vayamos al tema.
Stickmen es un trio formado por los intérpretes de Stick Michael Bernier y Tony Levin, junto al batería Pat Mastelotto (los dos últimos, miembros de la legendaria banda de rock progresivo King Crimson). Apunte instrumentístico: el Chapman Stick es un instrumento creado en la década de 1970 por Emmett Chapman, guitarrista de jazz. Acostumbra a tener 10 cuerdas, 5 para bajos y 5 para melodías y acordes, y se toca normalmente con la técnica del tapping a dos manos; es decir, que las cuerdas se tocan impactando directamente con los dedos sobre el diapasón, en paralelo a los trastes del instrumento. Así, pudimos ver cómo los dos “stickistas” de la banda eran capaces, en algunos moments, de llevar bajo y melodía con cada una de sus manos, creando una complejidad pianística muy interesante. Al llegar, el grupo nos estaba deleitando con un clásico tema de King Crimson, Red, que adoptó una dimensión nueva con las 20 cuerdas. Levin se encargó mayormente del papel de bajista y Bernier de guitarrista, aunque los papeles eran confusos, ante tal número de notas a tocar…
Algunos temas muy atmosféricos, con efectos que hacían volar la interpretación del fantástico trío y la concentración del público; así como temas de rock progresivo, sólidos y con saturaciones que hacían obviar la rareza de los intrumentos, sonando como una poderosa banda rockera. Bajo con distorsión a través del stick de Levin, mientras Bernier interpretaba acordes agudísimos, harmonizaciones complejas, voces en algunos pasajes (sin demasiado sentido melódico en ocasiones y con un toque de humor) y juego percutivo a la batería para llevar las riendas de los ambientes a las cuerdas. En resumen, un concierto muy interesante, lleno de contrastes y tecnicidades con un instrumento poco usual. Una foto de despedida al público por parte de la leyenda Levin “para recordarnos”.
Cambio de escenario un tanto curioso… nunca habíamos visto pasar el aspirador entre grupo y grupo antes, ni tampoco instalar un escritorio con teclado y un simulador de amplificador de guitarra encima. Comparado con el concierto del año pasado en la sala Apolo, la cosa prometía aún más, como mínimo por el montaje de dimensiones mucho más elevadas que en aquella gira, así como un mayor número de instrumentos. Pocas sorpresas musicales iba a haber durante la primera hora de concierto, pues ya la mayoría de asistentes habíamos cotilleado por la red y descubierto el pastel: la pieza “The Incident” sonó entera, de arriba a abajo y, ante las dudas previas, parece que tuvo un efecto de lo más positivo. Tal como Barbieri nos comentó en la entrevista previa, los múltiples cambios y las estructuras sin fronteras del multi-tema requieren una concentración que nos hipnotizó desde los primeros acordes de Occam’s Razor (uno de los momentos más metaleros de esa primera parte del concierto). Nos quedamos con la oscuridad de The Incident, la dureza de la apertura y de Degree Zero of Liberty, con los contrastes de Octane Twisted y la complejidad de Time Flies, por encima de Drawing the Line, el fragmento que quizá menos nos convenció de la pieza por su estribillo con aire feliciano más propio del rock alternativo norteamericano.
Con tan sólo una pausa tras The Blind House para explicar la estructura de la actuación, The Incident fue desarrolándose como una cadena bastante perfecta de acontecimientos, con algunos cambios de instrumento por parte de los miembros de la banda (Colin Edwin cambió entre bajos con y sin trastes en todo momento), y la interpretación fantástica a la que ya nos tienen acostumbrados: sin apenas virtuosismos (quizá con la excepción de Harrison a la batería), pero como un tejido de texturas dispares que encaja maravillosamente. Las novedad más notoria: una gran pantalla donde se proyectaron vídeos que guardaban relación con cada uno de los fragmentos que iban sonando. Realmente, el detalle ayudó mucho a impresionarnos y la puesta en escena mejoró enormemente (no se puede decir que Porcupine Tree sean por sí mismos el grupo más movido encima del escenario). Después de una intensa hora con una muy buena recepción por parte de la sala, Steven Wilson anunció que se tomarían una pausa de 10 minutos y, cronómetro con cuenta atrás en pantalla, digerimos la experiencia sonora que nos acababan de regalar los ingleses.
A la vuelta, el público gritó los ocho últimos números hasta llegar al cero, y el grupo volvió con The Start of Something Beautiful, ofreciéndonos Gavin Harrison un buen pseudo-solo central. Russia on Ice, con su aire melancólico, vino después, dejando paso a lo que al principio nos hizo fruncir el ceño pensando “cómo me suena esto pero creo que no empieza así”. Se comieron la primera mitad de Anesthetize para dar paso a las partes con distorsión a las guitarras. Teniendo en cuenta el contexto de la gira, y la cantidad de minutos que dedicaron a The Incident, se comprendió (aunque nos encante la pieza entera), y el público enloqueció al terminar, a lo que un Wilson más cercano que de costumbre contestó “you’re the most enthusiastic audience in Europe”. Mejor así que con la antipatía de otras ocasiones, sin duda. Lazarus fue aquella balada simpática que, a la vez, se hace algo pesada, y Bonnie de Cat sumó minutos del último trabajo al setlist. Los efectos que iban cambiando la voz de Wilson entre una interpretación y otra, fieles muchas veces a las grabaciones, dieron aún más color a la trabajadísima paleta de Porcupine Tree en directo. Normal, y Way Out of Here, con Wesley a la voz principal, fueron recibidas con gran satisfacción y dieron paso a la única amenaza con marcharse de la banda, que volvieron después para interpretar dos hits de In Absentia: The Sound of Muzak y el archiconocido Trains, que incluyó un numerito bastante gracioso (se agradece que se salgan un poco de tanta seriedad, estos ingleses), pero que quizá no hacía falta anunciar antes de empezar el tema. Agradecimientos de Wilson a nuestro gran entusiasmo y una despedida calurosa después de unas dos horas de un concierto realmente espectacular. De lo mejor que hemos visto este año.
FOTOS: http://www.goetiametal.com/cronicas/porcupinetreeenbarcelona.html