Por X.F. Remorse
Left for Dead
Son of the Morning
Fallen
The Dream Calls for Blood
Succubus
Execution – Don’t Save Me
Caster of Shame
Detonate
Empty
Territorial Instinct / Bloodlust
Mark Osegueda-voces
Rob Cabestany-guitarra solista
Ted Aguilar-guitarra rítmica
Damien Sisson-bajo
Will Carroll-batería
El de Death Angel es un caso particularmente extraño dentro del mundillo del thrash metal. Ya es sabido por todo el mundo que “el thrash ha vuelto”, pero es que la banda capitaneada por Cabestany y Osegueda no solo están realizando obras tan o más grandes incluso que las de los ’80 (esto también es visible, si bien no en el Big 4, sí en varios de los grupos que les siguen a continuación: Overkill, Testament, Heathen, Kreator…), sino que además directamente desde su vuelta (y aquí sí que se puede decir en el sentido estricto, ya que lo dejaron tras su tercer disco, Act III, en 1990) han hecho más discos que durante su época dorada: desde que se rejuntaron, en el año 2004, con “The art of dying”, ya han hecho cuatro discos, mientras que en los ’80 solo hicieron tres.
¿Más peculiariadades de este grupo? Pues sí: el propio estilo. Y es que así como “The ultraviolence”, su primer trabajo, era un álbum 100% old school, rápidamente los de la Bay Area, de ascendencia filipina, ya se fueron erigiendo como una banda con estilo y entidad propios, desmarcándose de género ochentero en el que empezaron y por ello perdiendo también los fans más puristas del género. Ello, junto a un accidente que les impidió estar en el Clash of titans junto a Slayer, Anthrax y Megadeth (siendo sustituidos ni más ni menos que por Alice in Chains), hizo que el grupo no consiguiera el éxito para el que parecían estar llamados tras su mítico álbum debut.
Contextualizo todo ello más que nada para entender el estilo de Death Angel de los cuatro discos tras su regreso…cuatro álbumes que siguen más o menos una misma línea, la de un thrash accesible, con toques hardcore y, sobre todo, donde destacan las melodías vocales de Mark Osegueda, uno de los mejores cantantes de thrash, y los riffs, también melódicos e igualmente recordables, de Rob Cabestany.
Sí, el de Death Angel es un thrash “amable”, para nada agresivo (dentro del género, claro), muy ameno incluso para los que no les guste el género, rápido pero sin la velocidad de unos Slayer, Kreator o Dark Angel por ejemplo y, repito, con unas voces cuidadas. Con todo, este último trabajo, “The dream calls for blood”, se desmarca un tanto de “Ralentless retribution”, un buen disco a pesar de todo pero algo irregular, y consiguen un trabajo mucho más compacto y, sobre todo, más agresivo. Sí, se podría decir que este nuevo trabajo es el más potente y thrasher desde The ultraviolence…y ya ha llovido un poco desde 1987.
Los dos primeros temas son de los más agresivos del disco, con lo que Death Angel parece querer decir que ellos pueden ser tan thrashers o más que sus compañeros de área, como Exodus o Slayer. Temas veloces, y con una producción apabullante. A pesar de esto, surgen a la superficie los destellos que comentábamos antes: entre tantos riffs apisonadores y velocidad endiablada, también emerge el trabajo vocal de Osegueda, con sus momentos recordables, y donde se demuestra que esta gente no solo quiere meter tralla, sino quiere que los temas se recuerden, se puedan corear y se puedan memorizar…ahí está el gran mérito de esta banda.
¿Y dónde encontramos esto? Pues lo que en el los dos primeros temas son solo retales, ya vemos momentos 100% Death Angel en, por ejemplo, el estribillo del tercer corte, Fallen. Los thrashers “clásicos” se asustarán al escuchar algo tan “moderno”, algo que recuerda por ejemplo a los Trivium de voces limpias pero yo, sinceramente, aprecio este intento de conseguir estribillos que lleguen, y que el cantante no se limite únicamente a berrear frases sin ningún tipo de melodía, como por desgracia pasa en el 90% de las nuevas bandas de thrash. El tema-título es otra declaración de intenciones y uno de los mejores del disco: en la línea de los dos primeros tracks pero también con su punto melódico (atención a la genial parte lenta intermedia).
“Sucubus” es un corte prescindible y ahí el disco coge un pequeño bajón, pero que sin duda se recupera con quizás el mejor corte de todos: “Execution/Don’t save me”, una canción con una intro acústica (también es habitual en los trabajos de Death angel meter momentos instrumentales con guitarra acústica, ya sean como intros o como outros) para dar paso a un tema cuyo estribillo es de lo mejor que se puede escuchar hoy en día.
Vuelve la tralla con el tema más rápido del disco, un muy buen tema también, Caster of shame, mientras que el resto del álbum sigue en la algo más melódica y “moderna” (ojo, de nuevo, no asustarse): “Detonate”, “Empty” (atención a los riffs iniciales, propios de un tema instrumental, lo cual demuestra el buen gusto de Cabestany para la composición de líneas guitarrísticas melódicas) y el completísimo tema final Territorial instinct/Bloodlust.
En definitiva, un álbum 100% Death angel, muy bueno, más redondo y agresivo que el anterior pero igualmente accesible y no sólo para los amantes del thrash.