Texto: Mariano Bacigaluppi
Fotos: Mariano Bacigaluppi
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Aunque no hayamos sido acreditados para tan magno evento creo que es de ley el hacer una pequeña crónica o review de lo que vivimos el pasado viernes por la tarde-noche en el madrileño Palacio de los Deportes. Mi historia con Pink Floyd abarca prácticamente casi toda mi vida y es una de las principales herencias que me dejó mi padre antes de marcharse súbitamente. Os lo puedo asegurar, él no me dejó ni grandes propiedades ni una fortuna alojada en una cuenta bancaria, sino que me enseñó a amar, respetar y sentir la música por encima de la mayoría de las cosas y a causa de ello me dejó un grandísimo legado y Pink Floyd quizás sea la pieza más importante de ese puzzle sonoro que ha pasado de generación en generación.
Todo comenzó hace meses atrás, exactamente en Junio pasado, cuando se anunciaron las fechas de la gira por Europa y curiosamente en Madrid, en aquel momento tan sólo harían una sola fecha, caía en viernes 25 de Marzo… o lo que es lo mismo… mi cumpleaños. Todo pronosticaba ser una verdadera fiesta y el mejor de los regalos que personalmente pudiera tener… así fue.
Cuenta la historia que más de 30 años atrás, cuando PINK FLOYD se disponía a presentar en directo lo que era su undécimo disco, la Opera Rock “The Wall”, casi lleva a la ruina a la banda inglesa ya que el montaje requería importantes cantidades de dinero. Tan sólo pudo presentarse en cuatro ciudades, New York y Los Angeles en Estados Unidos y Londres y Dortmund en Europa y, aún así, casi lleva a la bancarrota al conjunto británico. Así es que hoy, Roger Waters, quiso hacer lo que en su momento no pudo y, aprovechándose de la tecnología actual, llevar todo ese montaje arriba de un escenario.
Esta gira, que comenzó en Norteamérica y a posteriori pasó a Europa, consta de unos ciento veinte conciertos y sinceramente es algo único y que ocurre tan sólo una vez en la vida. Su despliegue técnico-visual es magnífico, extraordinario y sencillamente inmejorable. Con un sonido envolvente donde los aviones sobrevuelan continuamente sobre nosotros, el muro se va gestando ladrillo a ladrillo hasta adueñarse por completo del escenario y así esconder a los músicos detrás de el.
También aparecerán las gigantescas marionetas hinchables a los costados del escenario, personificando aquel torturador y perturbado profesor de escuela y a la madre de Pink, personaje principal de The Wall. Desde el comienzo todo impactará, ya que en la conclusión de la primera de las veintiocho canciones que se interpretarán, “In The Flesh?”, un avión de estrellará sobre el muro a la derecha del escenario. Y, cómo no, el famoso cerdo volador de la banda.
Todo es grande en THE WALL LIVE incluso el talento de los músicos que aparecen arriba del escenario. El mítico Roger Waters en el bajo y voz principal, arropado por una pareja guitarrística Dave Kilminster y Snowy White de auténtico lujo, que en sus currículums musicales además de haber tocado con todo el mundo aparecerá en mayúscula, negrita y subrayada la palabra feeling. Graham Broad a la batería, Jon Carin (que giró con los propios Pink Floyd y David Gilmour) a los teclados y el propio hijo de Waters, Harry Waters al piano y órgano entre muchísimos otros.
Durante todo el concierto, sobre el muro se proyectan continuas imágenes, ya sea fotos y/o videos que te hacen meter dentro de la obra, sentirte parte de esa Opera Rock, quizás la más famosa del mundo, pero sobretodo te hace poner la piel de gallina por esa amalgama visual-sonora que viviremos seguramente, por única vez en la vida.
Podría nombrar canción por canción y decir que sentí en cada momento. Sentimientos que van desde la alegría a la tristeza, del miedo a la venganza, de la ensoñación a la pesadilla, del infinito disfrute al trance pero hubo tres canciones superlativas que me llevaron al más allá y la que más difícil se me hace explicar lo que viví en esos momentos. La primera sin lugar a dudas es el comienzo con In The Flesh? Ya que todo es impactante, te sientes aturdido, anonadado y cumpliendo ese sueño de poder ver eso que tanto anhelabas. La segunda es esa maravilla llamada Goodbye Blue Sky donde en menos de tres minutos literalmente llegas al nirvana y no hace falta mucho para eso… tan sólo unos cálidos y sensibles arpegios desde una guitarra acústica acompañados de celestiales voces que poco a poco te van taladrando el cerebro. Y por último la grandísima Confortably Numb. No tengo ninguna duda que es una de las mejores canciones de la historia de la música moderna y donde sus dos solos de guitarra son para enmarcar y, porque no, enseñar en los Conservatorios y así poder explicar que esa mezcla de técnica y sentimiento es posible y que no hace falta esculpir infinitas notas en una milésima de segundo, sino tan sólo saber ubicar la nota justa en el momento adecuado.
Breve crónica lo sé, pero es una crónica de un fan… no de un redactor. Sólo os puedo decir que si tenéis la remota posibilidad de ver este show, porque es un SHOW no un concierto All’Uso, no os lo perdáis… estas cosas tan sólo ocurren una vez en la vida y ya lo sabéis… cuando el tren pasa… no hay que perderlo.
FOTOS: http://www.goetiametal.com/cronicas/rogerwatersenmadrid2011.html