Por Alivecarlos
El lunes nos dejaba Xavier Mercadé, después de llevar tiempo luchando con el cáncer. Era un referente de la fotografía musical nacional.
Era su pasión y su trabajo, la cual empezó con diecisiete años y lo llevó a fotografiar unos 14000 conciertos. Una media que supera a más de uno por día, pues era muy habitual en él ir de una sala a otra en la misma jornada, combinando prácticamente todo el abanico musical, captando a todo tipo de artistas y estilos, desde que empezara con una casi primeriza escena punk de la época.
Ha dejado constancia de imágenes de grupos qué si no fuera por él no habrían sido visionados en papel por el resto de personas. A nivel gráfico empezó con los fanzines, hasta llegar a llevar y mostrar su obra como nadie, entre sus comienzos hasta llegar a ser el jefe de fotografía de la revista Enderrock. Llegó a colaborar con Metal Hammer, Ruta 66, Rolling Stone o Rockdelux, hizo varias exposiciones fotográficas y publicó los libros: Freaks, Balas Perdidas, Odio Obedecer y Pasión por el Rock.
Xavi en sus instantáneas te mostraba con el máximo detalle el momento que estaba sucediendo. Una fotografía de un concierto es diferente a las demás. No es solamente un tema de calidad, encuadre o cosas de por si más complicadas que en otro tipo de imagen. Aquí, al cambiar constantemente de luces, humo, disponer de poco tiempo y compartir reducidos espacios entre compañeros, la propia foto tiene que llevarte a lo que el componente o grupo está haciendo en ese preciso instante.
Tiene que trasladarte al mismo escenario, transmitiéndote lo que sientes cuando estas en primeras filas mientras estas escuchando tu canción, la que nunca te hartas de cantar, y qué en ese preciso instante estabas allí dándolo todo siendo participe del feedback entre público y artistas para crear un momento especial y diferente.
Te hartas de hacer fotografías, unas mejores y otras no tanto, pero conseguir llevarte a ese instante es lo más difícil. Xavier era capaz de mostrarlo siempre, retratando ese tipo de situaciones que sin duda lo diferenciaban. Era un buen compañero en los fosos, donde reina el buen ambiente, pero que una vez comienza el concierto sólo estas por sacar fotografías y no molestar. Xavi en más de una ocasión te tocaba el hombro y con la mirada te indicaba algo que tu tras la cámara te estabas perdiendo mientras enfocabas a otra parte del escenario. Esos detalles, como su trato, siempre quedarán grabados.
Hasta este mismo domingo aún se puede visitar su última exposición Rockviu, en el Palau Robert. Una gran oportunidad de rendirle homenaje mientras se disfruta con un pedacito de la gran obra que ha dejado.