The Shadow Theory – Behind The Black Veil

Por Jose Manuel Torres

1. I Open Up My Eyes 07:04
2. The Sound of Flies 04:40
3. Ghostride 05:32
4. Welcome 05:02
5. By the Crossroads 05:34
6. Selebrate 03:17
7. Snakeskin 03:48
8. Sleepwalking 05:17
9. The Black Cradle 05:14
10. A Candle in the Gallery 03:56
11. A Symphony of Shadows 07:54
12. Sweet Dream (Jethro Tull) (Bonus) 3:56

Miembros
Devon Graves (Buddy Lackey) – Voz, guitarra y flauta.
Demi Scott – Teclados
Arne Schuppner – Guitarra
Christoffer Gildenlöw – Bajo
Johanne James – Batería

Sello
InsideOut
Century Media

Website
www.the-shadow-theory.com

En la archiconocida novela de Mary Shelly “Frankstein”, un científico osa jugar con la vida y con la muerte, juntando las mejores partes de varios cadáveres hasta dar con el cuerpo perfecto que estaba buscando. Si a esto le sumamos un cerebro enfermo, ya tenemos todos los ingredientes que forman The Shadow Theory. Con éste simil nos explica Devon Graves (Deadsoul Tribe, Psychotic Waltz) la creación de The Shadow Theory, su particular monstruo formado por músicos de sobra conocidos y reputados del universo progresivo como Demi Scott, Arne Schuppner, Kristoffer Gildenlöw y Johanne James. Para los que no estén familiarizados con esta banda haré un poco de historia: Cuando Devon abandonó Psychotic Waltz en 1997 empezó a componer por su cuenta, encerrándose en su casa con un multipistas y todo tipo de instrumentos. Decidió llamar a su trabajo Dedadsoul Tribe y rápidamente el sello Inside-Out se fijó en el y editó su primer álbum.

Durante las giras del grupo, Devon conoció a multitud de instrumentistas con los que sintió que tenía un feeling especial, y poco a poco, la idea de crear una banda formada por diversos músicos que por una u otra razón habían llamado su atención comenzó a tomar forma en su cabeza.

Cuando los alemanes Complex X abrieron para Deadsoul Tribe, el guitarrista de los segundos, Arne Schuppner se convirtió en objetivo prioritario de Devon. Su combinación de precisión musical y sentimiento cautivó a éste, que no tardó en compartir con Arne sus inquietudes musicales, al igual que el futuro proyecto que estaba gestando en su mente.

Un año después de todo esto, Devon tuvo la oportunidad de producir a la banda Dial, en la que militaba Kristoffer Gildenlöw, que recientemente había abandonado Pain of Salvation. Rápidamente se dio cuenta de que Kris era el bassman que andaba buscando: técnico, multiinstrumentista, y dotado de una inusitada habilidad para la composición.

La vez siguiente que Devon tuvo otro pálpito fue taloneando al grupo Threshold. Johanne James era el batería más fascinante que había tenido el placer de escuchar, y aunque en un principio rehusó la oferta, dos años después accedió. Pero todavía quedaba una pieza del rompecabezas por completar. ¿Necesitará mi nueva banda teclista….? Era la pregunta que Devon se hacía incesantemente, hasta que un buen día recibió un email que aclaró todas sus dudas. Demi Scott, un teclista griego que decía ser fan de Deadsoul Tribe se ofrecía voluntario para entrar en el incipiente grupo. Ni corto ni perezoso le envió a Devon unas grabaciones caseras y éste quedó gratamente sorprendido del talento del músico que como no podía ser de otra manera, pasó a formar parte del nuevo proyecto.

Tras cuatro años de ensayos, por fin lanzan su disco debut que en nuestro país se puso a la venta el pasado 23 de Noviembre. La inquietante historia que encierra este trabajo nos sumerge en una aventura onírica en la que un hombre se despierta de una pesadilla en otra cíclicamente hasta que llega un momento en el que no distingue la realidad de los sueños.

El plástico comienza con una suave intro que da paso a “I Open Up my Eyes”. Un machacón riff bastante thrashero, edulcorado con una bonita melodía de flauta da el pistoletazo de salida a esta canción. Las partes melódicas y agresivas se van alternando en este corte lleno de cambios y giros inesperados.

El trabajo continúa con “The Sound of the Flies”. Una guitarra acústica sirve de introducción y poco después otro potente riff hace su aparición. Las melodías de voz descansan sobre bases acústicas, reservando la caña para las enrevesadas partes instrumentales de las que hacen gala los virtuosos músicos que esta banda.

“Ghostride” sigue con la tónica de las dos anteriores. Comienza pausada y cuando menos lo esperas atacan con riff que te deja sin respiración. Es interesante como esta banda mezcla el folk con el thrash, el rock psicodélico y el metal progresivo. Aunque la mezcla pueda parecer extraña a priori, estos músicos saben combinar éstos elementos a la perfección.

“Welcome” es un interesante medio tiempo con un espectacular solo de guitarra que pone el toque sosegado y tranquilo al álbum al igual que “Selebrate”, con la diferencia de que en esta segunda las influencias folk están más presentes que nunca haciéndome recordar a Orpnaned Land.

“By the Crossroads” es la canción digamos más clásica. Las líneas de voz se asemejan bastante a Dio o a Jorn Lande. Muy buen trabajo de guitarras y gran estribillo.

“Snakeskin” comienza con un imprevisible riff que va pasando de un altavoz a otro creando un efecto muy interesante. El desarrollo instrumental de este tema es cien por cien progresivo con mil cambios inesperados y la melodía de voz esta vez es un suave susurro que más tarde se convierte en encarnizados grunts.

Unas extrañas programaciones dan paso a “Sleepwalking”. De nuevo un demoledor riff sirve de introducción, acompañado por unos teclados muy interesantes. El dramatismo de la historia que se narra en las letras de este álbum queda reflejado en la agonía con la que Devon Graves las canta, interpretando cada estrofa y cambiando de registro constantemente.

“The Black Cradle” vuelve a sumergirnos en un universo folclórico a la vez que oscuro y agónico. Los coros suavizan el lúgubre ambiente de la canción y el riff principal que se va repitiendo a lo largo de la canción nos vuelve a meter en la historia. Simplemente espectacular.

El disco se cierra con “A Candle in the Gallery”. Extraña balada acústica, tétrica e inquietante que da paso a “A Symphony of Shadows”, la mejor canción de todo el disco, donde se mezclan partes tipo Queen con guturales desgarrados, pasajes orquestales y ritmos frenéticos, toda una locura sonora que hará las delicias de los amantes del género. El disco termina con Sweet Dreams de Jethro Tull, bastante bien conseguida y fiel a la original.

Un grupo con mucho futuro que encantará a los amantes del progresivo.