Por X.F. Remorse
01. Preludio
02. Rata
03. Cadenas
04. Prototipo
05. Madre
06. Crisálida
07. Lobo
08. Infierno
09. Heridas
10. Famélico
SELLO
CD Music
WEB
www.myspace.com/dulcamaraband
FORMACIÓN
César Arroyo (Voces)
Rufino J. Cantero (Guitarras)
Rafael del Olmo (Guitarras)
Fernando del Olmo (Teclados y Sintetizadores)
Sergio Fraile (Bajo)
Carlos Barba (Batería)
El tercer disco de los toledanos Dulcamara les sitúa como uno de los grupos más importantes de la escena nacional a nivel de death melódico. Cierto que la tradición de este género en este país es más bien escasa, y por ello se aprecia el trabajo de esta banda que, si bien lógicamente no llega al nivel de calidad de los grandes maestros suecos, sí que puede ir con la cabeza bien alta, puesto que, como mínimo a nivel de estilo y profesionalidad, no desentonarían dentro del estilo a nivel mundial; no en vano, la masterización es de Mika Jussila.
Asylum es el tercer LP de Dulcamara, y en él encontramos 10 cortes cantados en castellano donde la influencia de la “segunda ola” del death metal nacido en Gotemburgo es total. Con esta “segunda ola” nos referimos no tanto a los primeros trabajos de bandas como In flames, At the gates o Dark tranquillity, sino las obras de este subgénero que han ido saliendo en este siglo. No veremos en “Asylum” nada que recuerde al Lunar strain, al Slaughter of the soul o al The Gallery. En el álbum de los toledanos, en cambio, los temas son mucho más pausados y los teclados y sintetizadores tienen un peso importante. Para entendernos, Asylum tiene mucho más Reroute to remain que de The Jester Race, aunque sin tanta “americanización” y sin momentos de voces limpias: en este sentido, César Arroyo no da tregua ni un solo minuto.
Asylum es un disco muy notable, donde yo destacaría las atmósferas creadas con los teclados y los duelos guitarrísticos, cuya peculiaridad es que, en lugar de tener punteados doblados, típicos del género, lo que abunda, especialmente en los primeros temas, es la sobreposición de una guitarra haciendo un punteado (100% melodeath) sobre otra guitarra de riffs entrecortados y pesados. Los temas, por ver algo negativo, son a veces demasiado monótonos y rígidos; echo en falta algo de velocidad (que sólo encontramos en el octavo corte, “Infierno”) y sobre todo algo de dinamismo en algunas partes.
Las atmósferas están muy logrados pero, repito, quizás algunos temes pequen de demasiado “esteticismo”. Entre los cortes a destacar estarían “Cadenas”, con un riff-punteado muy efectivo, y “Madre”, con una introducción muy lograda. En definitiva, un álbum muy destacable de uno de los más importantes representantes del death melódico en nuestro país, cuya carrera sólo puede ir para arriba; un LP absolutamente recomendable para fans de este género. Por cierto, la “dulcamara” es una planta que, en cantidades pequeñas, actúa como sedante –como las propias atmósferas que crea el disco- pero que, en grandes dosis, puede ser mortal. Un nombre que ni pintado…